Despertar

Autora: Lucrecia Vázquez  (*)
E mail: lucrevaz@hotmail.com

…(*) Lucrecia Vázquez realizó el Curso Anual de Acompañamiento Terapéutico en At Lazos. La siguiente es una presentación clínica expuesta en el  6° encuentro de Ats – Ciclo 2015, el 23 de enero de 2016, cierre anual, en la Asociación Civil At Lazos.

Mi nombre es Lucrecia Vázquez, tengo 35 años de edad, actualmente estoy cursando el segundo año en la Universidad Abierta Interamericana, para la carrera de Terapia Ocupacional. Realicé el curso de Acompañante Terapéutico en At Lazos en el período comprendido entre: Agosto 2014/Enero 2015 (módulo teórico) y Marzo2015/Julio 2015 (módulo práctico).

La práctica Institucional la realicé en la Residencia para mayores “AMÁBILIS” en el barrio de Nuñez, la comencé el 30/03/2015 y la finalicé el 26/07/2015. Concurrí a la institución los días sábados de 16:30 a 18:30hs  en principio y el último mes lo hice dos veces por semana en el mismo horario, fueron en total 13 encuentros con el paciente.

Durante el trascurso de la práctica tuve trato, ya sea para reunir mayor información del paciente,  por necesidad o por encontrarnos en el mismo espacio con: enfermeras y auxiliares,  tutora de la institución, profesora de educación física,  pares del paciente  y con sus dos hijas.

Presentación del Paciente y Contexto Familiar:  Julio es un paciente de 93 años de edad,  con diagnóstico  de demencia Senil. Sufrió un ACV  antes de ingresar a la Institución, un año y medio atrás. Hasta ese momento el paciente vivía solo en un departamento y realizaba todas las actividades de la vida diaria (AVD) en forma independiente.  Presenta un deterioro cognitivo, desorientado en tiempo y espacio por momentos  y presenta dificultad en  la marcha usando andador para caminar. No presenta trastornos  con la alimentación, usa sólo los utensilios.  Usa pañales y en cuanto al vestido lo hace con asistencia mínima.

Julio tiene 2 hijas y es viudo, tiene nietos y bisnietos. Durante el período de acompañamiento las hijas lo visitaron frecuentemente, cada una de ellas por separado. Una lo visitaba con mayor frecuencia en la semana y  la otra los fines de semana, lo llevaban a merendar o a almorzar en cada salida. Los nietos y bisnietos participaban activamente de la relación con Julio. Observé gran interés por parte de sus hijas en el cuidado de su padre. Estaban pendientes de sus avances y/o deterioros físicos, psíquicos y  emocionales. Me manifestaron que al principio se resistían a que su padre viviera en la Residencia Geriátrica, pero con el correr del tiempo se les dificultó, ya que las dos trabajaban y no había una relación tan fluida entre ellas no coincidiendo así en algunos  cuidados o hábitos relacionados al día a día de su padre.

Acompañamiento del Paciente: El primer día que llegué a la Institución AMÁBILIS, no tuve contacto con el paciente sino con   Ruth, la tutora del área psicológica, quien me mostró la historia clínica de Julio, me informó sobre su dinámica familiar, manifestándome que hacía tiempo que las hijas del paciente querían que su padre tuviera atención personalizada, también me comentó sobre el funcionamiento del lugar y rutinas, acompañándome a recorrer la institución.  Me dijo que la mayor dificultad que tenía  Julio era la depresión que sufría por la pérdida de su esposa,  lo aislado que se encontraba durante el día o la poca participación en las actividades de la institución.  Julio era una persona que tendía a estar solo o callado pero no realizaba actividades en esos momentos. Me indicó que podía realizar con libertad mi acompañamiento teniendo en cuenta éstos aspectos.

Comencé así mi pasantía, fueron 13 encuentros  con Julio y desde el primero hasta el último transitamos un recorrido de muchos avances y un gran vínculo de confianza.

El primer día con él me presenté, le indiqué que lo acompañaría los días sábados después del horario de la siesta y que íbamos a estar juntos un tiempo, charlar  y realizar algunas actividades. Él me dijo con dificultad en las palabras “todo pasa por mis hijas, si ellas saben está bien”.

Julio tenía un aspecto alineado, prolijo en su vestimenta y muy educado en el trato. Presentaba dificultad auditiva y en su lenguaje. En todo momento tenía que elevarle la voz para que me escuchara. Cuando hablaba lo hacía de manera  pausada y limitada, le costaba mucho formar oraciones, decía palabras repetidas y aisladas al comienzo. No recordaba los nombres de su familia, sí los vínculos, cuando hablaba de sus familiares sin poder nombrarlos se sensibilizaba, como de la esposa que lloraba o se angustiaba por no recordar su nombre.

En los primeros encuentros me propuse saber sobre su historia de vida, sus gustos, sus vínculos afectivos y sus actividades significativas, para poder encarar el acompañamiento desde el interés y significación del paciente.  Charlamos sobre su infancia, su madre, su esposa,  sus hijas, sus nietos, sus amigos de la adolescencia,  sus hábitos, sus lugares  y sus rutinas pasadas.  Julio manifestaba en todo momento el dolor que le causaba la muerte temprana de su madre, cuando él tenía 5 años de edad y que había sido muy difícil para él crecer sin una mamá, también que no podía superar la muerte de su esposa y que nada tenía sentido después de eso. Comentaba que se llevaba muy bien con sus hijas, aunque era muy estricto con ellas y con su educación.

Así  me fue contando sobre su vida, que era oriundo del barrio de Boedo, hincha de San Lorenzo,  que le apasionaba ir a  las carreras de automóviles en los Bosques de Palermo y todo lo relacionado con  autos. Tenía interés por el Tango y la Milonga, por salir a pasear con su esposa cuando vivía, con sus hijas y con sus tres amigos de la adolescencia. Había realizado varios deportes como ser rugby y natación. Julio trabajó la mayor parte de su vida en una pequeña fábrica, que tenía con su socio, de armado de herramientas. Mantuvimos a lo largo de los encuentros charlas sobre todos estos aspectos  y luego sus hijas me fueron constatando la información que él me daba.

En su discurso se notaba que lo volitivo estaba ausente en Julio. Recuerdo en el primer encuentro que al decirle “Julio, me gustaría que pensaras en algo que te gustaría hacer para la próxima vez que nos veamos”, él me dijo: “Te digo la verdad, quiero dejar de respirar”, también llegó a decirme que no le gustaba estar ahí, que no hacía mucho. Y cuando hablábamos de sus gustos, en todo momento decía que ya no podía hacer las cosas que quería.

Sobre las actividades de la institución me indicaba que ya a su edad no le daban ganas de hacer nada.

Objetivos  para el Acompañamiento de Julio:

*Interactuar con su pasado y recuerdos de una forma menos dolorosa.

Julio a través de diferentes actividades, logró unir su pasado con su presente de forma lúdica y más positiva, disfrutando y riéndose con las actividades propuestas. En varias oportunidades le llevé revistas de automóviles antiguos, fotos de las carreras en Palermo, y él me iba diciendo características de las marcas de autos, si eran costosas, o cómo eran esos días en Palermo, nombrándome por ejemplo a los corredores más conocidos de la época. En otra oportunidad jugamos al memotest con figuras de autos y al dar vuelta las fichas, me indicaba lo que le gustaba de cada uno. Otras veces le leí artículos de San Lorenzo, de la historia del Club, con fotos de su barrio y él sorprendido decía que las iba a guardar, que eso era un tesoro, notaba en él interés  y escucha activa a los artículos que le llevaba, éstas actividades eran un disparador de relatos, ya que comenzaba a recordar momentos de su pasado y me los compartía entusiasmado.

 Fuimos construyendo vacíos que había en su relato con respecto a los nombres de las personas olvidadas. Realizamos un árbol genealógico de su familia, poniendo los parentescos, ya que al principio no recordaba ningún nombre, yo le preguntaba cómo eran esas personas y llenábamos los espacios con las características personales o físicas de ellas, más tarde, a través de ejercicios con letras y sílabas salió el nombre de su madre “Teresa” y el de su mujer “Elsa”.

*Ampliar su lenguaje.
Julio se pasaba la mayor parte del día callado, el ejercicio del habla se encontraba cada vez menos presente. Al principio comenzó con un vocabulario pobre  pero a lo largo de los encuentros se fue enriqueciendo,  recordando más palabras. Dependiendo del día y la medicación, Julio construía con mayor fluidez una oración y no letras aisladas.

Yo le llevaba en cada encuentro letras del abecedario que se las colocaba una por una y él las iba repitiendo, yo le pedía que me indicara un objeto o nombre que empezara con esa letra y lo fue logrando, al principio repetía la palabra que yo decía a modo de ejemplo, pero después el sólo decía dos o tres palabras que comenzaban con esa letra. Con sílabas que iban formando nombres hicimos el mismo ejercicio,  previamente yo le había preguntado a las hijas los nombres de sus familiares. Un día, al salir las sílabas que formaban el nombre “Teresa” él me dijo “así se llamaba mi mamá”, es e fue el primer nombre que logró recodar. Su esposa se llamaba Elsa y cuando salió no logró decirme nada al principio, en otro encuentro al repetir la actividad me dijo “Elsa, el nombre de mi esposa”.  A medida que él fue nombrándolas fuimos llenando el árbol genealógico, ahora sí con nombres. A partir de eso, Julio se refirió varias veces a sus familiares nombrándolos.

En otra oportunidad le llevé una hoja en blanco para que la completáramos con los días de la semana, y así poder practicar  también la lectura.  Al principio del ejercicio sólo recordaba el día martes, fuimos repitiéndolo varias veces. Al final de la actividad yo le pedía que me diera el primer día de la semana (había papeles recortados con cada día), él lo buscaba y leía con dificultad, pero lograba darme después de un tiempito el día correcto. Sólo sabía en qué día se encontraba si preguntaba, o por la relación que hacía del día con la visita de las hijas.

*Aumentar las cualidades Volitivas
Julio retomó  las actividades físicas que la institución proponía, dos veces me quedé acompañándolo y la profesora me comentó que lo veía mejor y que Julio había vuelto a realizar las clases, que lo notaba más activo y que le hablaba un poco más. En dos oportunidades  Julio me dijo :”para qué hacer ejercicios!?”, le indiqué que era necesario que siguiera con las clases, para no perder fuerza, tener más equilibrio y poder continuar así vistiéndose y comiendo solo o con poca asistencia como así manifestó que prefería.
 Fui notando a través de los encuentros que el ánimo iba mudando, no era tan frecuente que llorara, por el contrario hablaba animadamente y hasta se reía. Desde la respuesta del primer encuentro en el que le pregunté qué le gustaría hacer y me dijo “dejar de respirar”, hasta uno de los últimos encuentros que ante la misma pregunta respondió “que me trajeras más revistas de automóviles, me apasionan”.

*Lograr una mayor interacción con sus pares en el Instituto
En varios encuentros traté de incluir a sus compañeros de mesa en la charla, él ponía cara de no gustarle, pero igualmente había una pequeña interacción y hablábamos de cuántos nietos tenia cada uno, o le explicábamos a qué estábamos jugando, entre otras cosas. Igualmente a Julio no le gustaba entablar conversación o relación con ellos.

Una de las enfermeras, Jésica, con frecuencia venía y lo saludaba  y cuando ella venía hablábamos un poco entre los tres, hasta Julio en dos oportunidades le hizo un chiste y le contó sobre la actividad que estábamos haciendo, por ejemplo hablando de autos o leyendo,  preguntándole si a ella le gustaban.

Recorríamos diferentes espacios del Geriátrico para que estuviera en diferentes lugares y su día no fuera tan monótono, realizábamos actividades en la mesa donde él se sentaba, a veces caminábamos o nos sentábamos en el patio y también lo llevaba al 6to piso, donde hay una mesa grande, tv y sillones.

En cuanto a nuestro vínculo, Julio siempre fue muy educado conmigo, cada vez que me iba quería acompañarme a la salida, encuentro a encuentro fuimos generando una confianza que facilitó el tratamiento. Nunca pudo acordarse de mi nombre, pero me reconocía. Yo siempre le hacía la misma pregunta al llegar: “Te acordás de mí?, Sabes quién soy?”, él al principio decía “no sabría decirte”, luego sonreía levemente cuando me iba acercando a su mesa y en una oportunidad me dijo “no recuerdo tu nombre, pero hoy es sábado, sos la chica que viene a estar conmigo”, hacia el final me contestaba lo mismo “sos la chica que viene a estar conmigo”.

Dentro de los encuentros hubo dificultades que se presentaron como ser recaídas de Julio por un golpe al caerse, el estado de ánimo y atención que variaba según la medicación. En una oportunidad se lo notaba débil ya que había presentado una infección urinaria, a pesar de todo siempre estuvo bien predispuesto, dentro de sus posibilidades,  a compartir esas tardes juntos, a realizar las actividades que se le propusieron.

Lamentablemente no pudimos dar cierre a la práctica del acompañamiento con el paciente, ya que faltaban  4 encuentros para la finalización y una tarde cuando me presento en la institución, me indican que Julio se encontraba en su habitación y que no bajaría porque no se sentía bien, las enfermeras me indicaron que había tenido dolores en el pecho, que lo asistió  PAMI  y que le habían hecho un electrocardiograma pero que había salido bien el estudio. Esa tarde lo fui a saludar, lo noté muy débil y muy flaco, me reconoció y en todo momento me decía que le dolía mucho el pecho, charlamos un poco y me despedí diciéndole que esperaba que mejorara y que nos veríamos la próxima semana, él me dijo “Gracias por todo, no sé” .

Cuando volví a los tres días me indicaron que a Julio lo habían internado, que me mantendrían informada sobre su estado. Llamé el día que tenía que volver a concurrir y me informaron que seguía internado y que se había complicado el cuadro presentando Neumonía. Pasada una semana me llamaron de la institución para decirme que Julio había fallecido en la Clínica, también me llamó una de las hijas para informármelo.

A pesar de no haber podido darle el cierre deseado al acompañamiento, fue una experiencia muy enriquecedora, en lo personal y en lo profesional. Una experiencia en la que el paciente dentro de sus capacidades y limitaciones se entregó al acompañamiento, a cada encuentro, a cada actividad propuesta, demostrándome cómo en algunas ocasiones se necesita de un “otro” que pueda  sacar a la luz lo que está apagado interiormente en las personas  o simplemente para que ese “otro” acompañe o actúe como facilitador  para desarrollar las habilidades que el paciente tiene, perdió o necesita recuperar pero que por diferentes imposibilidades no puede desarrollarlas sin un “otro” a su lado.

Lucrecia Vázquez.

Algunas palabras acerca del AT de Lucrecia Vázquez (Por Sandra Sarbia)

Al momento de empezar a acompañar al paciente Lucrecia se encuentra con una persona que está entregada al “todo pasa por mis hijas…si ellas quieren” haciendo extremo esto a “quiero dejar de respirar”. Nos encontramos con un paciente en extremo consciente de su mal vivir, con una gran dureza y falta de plasticidad aunque habiendo sido cuidado y aún estando muy bien cuidado por sus hijas.

Por lo que nos cuenta, pareciera que la viudez le produjo una pérdida de sentido, haber quedado solo lo arroja a una vida donde dejar de respirar es lo que ansía, tal vez para reunirse con ella o quien sabe para aliviar el sufrimiento que lleva a cuestas desde esta muerte.  Lo aquejan pesadillas de muerte e invalidez, lo arrastra una muerte.

Lucrecia parte de este punto y lo convoca al re encuentro con sus gustos: los automóviles, el tango, su barrio. Le propone diversas actividades para ligarlo con la vida y tendientes a reforzar la orientación: ejercicios cognitivos incluyendo sus intereses, un espacio de escucha tendiente a que pueda armar su decir, el armado de un árbol genealógico, un almanaque para una mejor ubicación en el tiempo.

A partir de esta propuesta, él empieza a caminar, a hacer ejercicios acompañado y parece retomarlo la vida, como si le hubiese empezado a correr sangre de nuevo.

Desde esto, las letras empiezan a habitarlo nuevamente y la aparición de las palabras, el nombre de su madre vuelve a tener un lugar. El dice “conversamos, aprendo, pienso”, parece que lo despierta la propuesta que viene aparejada con las ganas de Lucrecia.

Podría decir que acompañamos a que nuestro paciente pueda tener una mejora calidad de vida en lo que fue el último tramo de su vida, sin saberlo pero apostando a la vida.

Pasando del “todo pasa por mis hijas…si ellas quieren” a que algo pasó por él, retomando sus gustos.
Del “quiero dejar de respirar” a “quiero que me traigas más revistas”.

                                                                                                       Enero de 2016