Autora: At. Carolina Maldonado Toloza (*)
E mail: c.maldonadotoloza@gmail.com
…(*) Estudiante de Psicología, At y ex alumna del curso anual de Acompañamiento Terapéutico dictado a través de At Lazos.
Texto presentado el 16 de noviembre de 2011 en el marco del ciclo de Ateneos Clínicos dentro de At Lazos.
Julia es una adolescente de 17 años que se encuentra en un hogar de mujeres hace 2 años. Anteriormente estaba viviendo con su tía, de buen pasar económico, en Palermo. Su diagnóstico psiquiátrico es un trastorno de depresión mayor lo que sería equivalente a la melancolía, en las supervisiones se discute el diagnóstico y se piensa en una esquizofrenia.
Al llegar al hogar me encuentro con la directora quien me comenta el caso, me cuenta que sus padres son de Santiago del Estero y que se la dieron a su tía a los 5 años, la cual la trae a vivir junto a su hijo a la casa de Palermo. A los 15 años, Julia decide irse de la casa debido a que su tía la esclavizaba y junto a su hijo la golpeaban y sometían a distintas torturas, ya que tenían la teoría de que ella no sentía dolor. Desde la escuela se llama la atención sobre el hecho de que Julia tenía marcas en el cuerpo y se dormía en clase, de esta manera interviene la defensoría y se realiza una denuncia por maltrato y abuso sexual por parte de alguien allegado a la familia, a raíz de esto ingresa al hogar. Me comentan que el motivo del pedido de acompañante se debe a una internación que Julia tuvo en el Hospital Alvear por unos cortes profundos en la muñeca. Anteriormente había tenido una acompañante con la cual no tuvo buena relación.
El primer día que conozco a Julia, la veo con una de sus mejores amigas, quien me saluda afectuosamente y me la presenta. Su aspecto físico era descuidado y su actitud corporal daba una imagen abúlica. Enseguida subimos al cuarto y comienza a contarme que vivía con su tía, que su primo le pegaba, que se corta las muñecas y se droga. Este relato se da en una especie de anamnesis que nunca vuelve a repetirse.
Durante los primeros tres meses casi no me habla, ignora mi presencia y duerme durante todos los encuentros, a partir de esto intento como primera estrategia hablar con sus dos mejores amigas, ellas me aceptan fácilmente y me incluyen en sus charlas. Julia, de a poco, comienza a aceptar mi presencia pero sigue sin comunicarse respondiendo a mis preguntas con si, no o gestos. Ante este rechazo se me ocurre indagar sobre cual cree que es mi función con ella, me responde que piensa que mi función es vigilar que no se corte, en este momento se me aclara todo y me doy cuenta que estoy ocupando el papel de un custodia policial. Le digo que esa no es, para nada, mi función, ya que vengo sólo 3 veces por semana y ella podría elegir cortarse otro día, lo que le causa gracia. Le digo que en todo caso me gustaría que podamos encontrar juntas otra solución que pudiera aliviarla. Luego de esto se produce un movimiento y comienza a tener una actitud más favorable hacia el acompañamiento. Comienza a contarme sus transgresiones y no se muestra molesta ante mi presencia.
Los cortes se dan en mi ausencia, acerca de los cuales no me cuenta nada y generalmente me entero por sus amigas o personal del hogar. El panorama ante estas situaciones es una Julia totalmente aliviada y activa, al preguntar acerca del por qué del corte siempre dice que tuvo «bronca”, conjeturo que es la única manera en que puede nombrar eso que le pasa, ya que más allá del significante «bronca” no puede decir nada.
Debido a la gravedad del caso, se piden una serie de supervisiones en el hospital Ameghino a cargo de la gente de ADOPI. En estas reuniones se charla sobre que, aunque muestra una actitud de completo rechazo hacia todo lo proveniente del hogar, no se niega a la toma de medicación, adhiriendo a la parte del tratamiento donde no hay que hablar. Con respecto al acompañamiento veían una especie de vínculo ya que no rechazaba mi presencia ni pedía la suspensión del mismo. Se decide continuar con el acompañamiento.
La relación comienza a mejorar. Habla más conmigo, le propongo una serie de actividades, como por ejemplo un taller de cocina, ir a ver vidrieras y bailar hip hop, etc. A las que concurre a condición de que la acompañe, antes de cualquier emprendimiento comienza a pedirme que vaya primero yo a ver como es el lugar, etc. En la mayoría de las ocasiones miente al pedir permisos de salida en el hogar, a lo que le digo que sería bueno que me dijera donde va realmente así me quedo tranquila de que va a estar bien, a veces realiza planes no muy adecuados pero al hablarlos logramos cambiarlos. Con el hogar trabajamos en conjunto para cuidarla sin que sepa que yo les doy esa información.
Los cortes fueron disminuyendo en frecuencia y dejaron de ser cortes profundos para ser excoriaciones superficiales.
En cuanto a su núcleo familiar tiene contacto con dos hermanas las cuales rara vez la visitan, una está embarazada y la otra quiere ir a vivir con sus padres a Santiago. Ellas también fueron criadas por una tía que las maltrataba pero a diferencia de Julia, nunca cortaron el vínculo. Recientemente una de las hermanas arregla una salida con Julia y le oculta que la idea real era llevarla a la casa de la tía que la maltrataba. Julia se niega a ir pero logran hacerla hablar por teléfono con la tía y el primo que le dice que la van a llamar a declarar por lo que tiene que negar que él les pegaba a su mujer, a su hijo y a ella. Esta situación surge a partir de que, a este primo, la ex mujer le hace una denuncia por violencia y le prohíben el acercamiento a su hijo. Julia me cuenta sobre esta situación y me dice que le da miedo su primo, por lo que va a declarar lo que él quiere. En relación a esto, también se le juega el hecho de que ella siempre tuvo muy buena relación con la madre de su sobrino, la cual había sido golpeada muchas veces por defenderla.
Hace algunas semanas el acompañamiento estuvo a punto de verse interrumpido, ya que una de sus hermanas le dijo a Julia que no quería que esté más en un hogar y que se vaya a vivir a Santiago con sus padres. Julia no pudo decirle que no y se programó el viaje para dentro de una semana, durante esa semana pude verla tirada en la cama en una postura similar a la que tenía cuando comenzamos con el acompañamiento, trabajé mucho con ella sobre su decisión, pero seguía diciendo que se lo juró a su hermana y que tenía que irse aunque no quisiera. Al faltar un día para irse, la hermana tiene un problema de salud y postergan el viaje para fines de diciembre. Esto la alivia y se produce un cambio de posición en ella, manifiesta que no quiere irse a Santiago ni de vacaciones porque sus padres nunca se preocuparon por ella, ni la llamaron para ver como está. De sus hermanas no tuvo más novedades.
En la actualidad aceptó hablar con unos profesionales de ADOPI que vienen a verla una vez por semana, ellos trabajarán para lograr que pueda incorporarse a una terapia. En cuanto a las actividades, cumple con las tareas del hogar, realiza talleres de baile y piensa terminar el colegio el año que viene. Los cortes hace 2 meses que no se producen. Está revinculándose con la madre de su sobrino y se piensa en un posible egreso del hogar con ella.
Es importante en este caso ver como cualquier frustración la expulsa del Otro como un objeto de desecho. Mi estrategia fue desde un primer momento alojar ese rechazo que proyecta para no establecer vínculos, no poniéndome en la serie de los que la abandonan. Una vez establecido este vínculo transferencial existe un mayor margen de movimiento, en donde pude funcionar como un yo auxiliar que le muestre las fuentes de peligro. Fue y sigue siendo fundamental en este acompañamiento mostrar que ese espacio es sólo para ella y que puede manejarlo de acuerdo a su voluntad, tratar de imponer actividades y realizar preguntas se le torna muy intrusito, la lleva a poner una barrera ante eso. Lo más difícil es controlar nuestra ansiedad y propiciar un espacio de expresión configurado de acuerdo a las características particulares de la relación acompañante – acompañado. Es importante no interpretar ni comprender desde nuestra neurosis sino acompañarla para que ella encuentre los recursos y siga los caminos alternativos, el acompañamiento puede funcionar ordenando un poco el caos, hasta que encuentre una manera individual y única para lidiar con lo que le sucede.