De la inexistencia del espacio (el encierro) a la construcción de un lugar posible, no sin el tiempo de la palabra

Autor: Santiago P. Feeney
E mail: f1s2p3@hotmail.com

…(*) El presente trabajo fue presentado en el Ateneo Clínico del 26 de marzo de 2013 en At Lazos.

Antes de comenzar a intentar contarles algo de la experiencia de un recorrido particular junto a un singular acompañado, quiero dejar dicho por escrito lo que a mi entender es una de las reglas fundamentales en el dispositivo que nos concierne, a saber, lazos y acción libre. Chistosamente, con lo que nos compromete el chiste, jugando un poco homofónicamente con las palabras, propongo que así como para el psicoanálisis la regla fundamental es «La asociación libre”, para el Acompañamiento Terapéutico, una de las reglas fundamentales que atraviesa este trabajo y que propongo como una constante en el horizonte de la ética y la técnica de nuestro complejo oficio, es la de «Lazos y acción libre”, es decir, mientras la estrategia clínica queda del lado de quien lleva adelante el tratamiento (psicólogo, psiquiatra, etc), la libertad táctica como forma artesanal de vehiculizar dicha estrategia y teniendo como horizonte él o los lazos sociales, queda a mi entender del lado de nosotros, los acompañantes terapéuticos.

A modo de introducción:

-Quiero abrir una pregunta que suelo hacerme en un plano singular de modo cotidiano y ponerla en juego en un nosotros respecto de una particular práctica de discurso en función de un dispositivo clínico a seguir deconstruyendo y construyendo cada vez:
¿Qué dispone cada uno de nosotros para alojar de una u otra manera una lengua que nos resulta tantas veces extranjera? ¿Qué dispone cada uno de nosotros para alojar algo de eso otro que nos habita?

-Tal vez la clínica del acompañamiento terapéutico deba establecerse en un pensamiento sin privarse de lo impensado. Creo que lo que pasa es lo que pensamos aquí entre nosotros y en nuestra práctica, y es también lo que todavía no podemos pensar sobre lo que está pasando, aquí y en la práctica de todos los días. Porque cada vez que se logra, alcanza o precipita una afirmación, comienza la despedida. Una clínica de afirmaciones rotas, divididas, partidas, desencantadas.

-En algún lugar que he preferido olvidar he leído que pensar es trazar puentes sobre los abismos. Apuesto a poner en juego algo de lo propio respecto de la complejidad que supone trazar un puente, construir, habitar, no sin dejar lugar a lo por pensar aquí entre los aquí reunidos y a partir de lo que aquí acontezca. Si pensar es trazar un puente entre los abismos, Lidiar, en este singular A.T., es caer en el abismo.

-Pensaba leyendo un poco a Dante Alighieri que todos y cada uno de los mortales andamos bastante por el infierno, ahora, cabe aquí una pregunta que se desprende de algún deseo de acompañar: ¿Qué de no infierno hay en el infierno para poder entonces habitarlo, qué lugar posible para un espacio indiferenciado dónde prima el dolor, el sufrimiento casi sin pausa?

-Antes de iniciar el trabajo ya comenzado y abriendo un poco el paraguas considerando un poco las diferentes perplejidades a las que nuestro trabajo nos suele confrontar, les leo algo que escribía Alejandra Pizarnik y se titulaba «A modo de tregua”:
si no entiendo,
si vuelvo sin entender,
habré sabido qué cosa es
no entender.

Pequeña historia de un breve recorrido conjunto a partir de un pedido de A.T.

-El trabajo de acompañamiento terapéutico se realiza desde el comienzo de los sucesivos encuentros, a partir de un pedido realizado por la hermana del acompañado en relación a demandar: «necesitar ayuda para que se lo pueda acompañar a Juan en el transcurso de tiempo que trajera aparejado un traslado de una institución a otra”. Subrayo transcurso, traslado, de un lugar a otro, o de un no lugar a un lugar a construir más allá o más acá de cualquier traslado.

-Dicho pedido fue realizado cuatro meses después al último de los cuatro intentos de suicidio de Juan, este último pasaje al acto, luego de beberse el veneno para las hormigas hallado en la cocina de la casa donde vivía con su madre.
Luego de sobrevivir a este último intento de suicidio entre otros intentos de quitarse la vida, de quitarse la muerte, o de sacarse de encima el mismísimo sufrimiento, el acompañado ya no vuelve a regresar a su casa, siendo internado en una clínica psiquiátrica.

-El pedido de A.T. es realizado 6 meses después del fallecimiento de su madre.

-Juan tiene 60 años, está separado de su ex mujer con quien tiene un hijo adolescente en común de 22 años de edad.

-Hace mas de 30 años que lleva el diagnóstico de psicosis, más de 30 años que viene siendo tratado por diferentes terapeutas, psiquiatras, instituciones privadas y públicas, internaciones, centros de día y hospitales de día.

Hace mas de 30 años que entre los ínfimos intersticios de la infinidad de descompensaciones, estudió ingeniería, dio clases de matemática y de física, cursó los primeros años de psicología, leyó psicoanálisis y coincidió con S. Freud respecto al obstáculo planteado por parte de los que como él, mantenían una posición psicótica respecto del lenguaje; se inclinó por la Gestalt, por la literatura, escribió poemas y el mismísimo epitafio a S. Freud a quien dio sepultura años mas tarde de dedicarle un tiempo de lectura: «Aquí yacen los restos de Sigmund Freud, los gusanos se lo irán comiendo por tanto preguntarse el porqué, por meterse con el enigma, por descifrar el misterio”

-Un epitafio. Resulta significativo; si bien no hay representación de la muerte en el inconsciente si existen las representaciones para la muerte, Juan, bajo el género de los epitafios, pone palabras para la muerte de ese tal Otro.

-Llegados los 55 años de edad, se recibió de jardinero: el último de los cursos que adquiriría su valor en el marco del Acompañamiento Terapéutico como uno de los primeros proyectos en el campo de lo social que retornaría desde sus históricas formaciones en tanto y en cuanto se tornó un oficio propiciador de una tarea concreta a realizarse dentro de los límites de una institución en la que hasta hoy reside, punto que retomaré un poco más adelante en este mismo trabajo.

Ubicar un comienzo, y si lo hubiera, un inicio:

-Comenzamos a trabajar junto al acompañado como punto de partida desde una clínica de Florida, desde la cual partiría hacia otra institución, cita en Pilar (según el pedido de la hermana).
Es así que salíamos de la clínica de Florida hacia sus inmediaciones, con el propósito inicial de ir estableciendo trabajosamente un «espacio” de confianza, construcción de una rutina que tiene su momento de inicio en las sucesivas primeras caminatas, charlas, compras y cafés en un bar de la zona.

-A pesar de que todo psicótico está en posición de objeto ante el responder a las demandas del gran Otro, supongo en él un sujeto, es del sujeto del que se trata cuando hablamos de lazo social por venir. Es entonces que uno de los aspectos del trabajo consiste en crear un espacio de confianza en una palabra a advenir. (*)

-Desde los primeros pasos de este A.T., Juan se muestra dispuesto a salir a caminar por el barrio, o, lo que no es igual, a estar esperando ansiosamente poder salir de la institución en la que no tenían actividad alguna, en poder salir -de lo que llamaba «encierro”. Salir del encierro no es salir de un lugar sino un errar dentro (o fuera) del lenguaje, de un universo que parecía cerrado y surcado por sus elucubraciones, por lo que da en llamarse certeza delirante, por su sembrar tan particular fuera del surco. Las instituciones nos sirven como aporte simbólico de una sensación que le llega desde lo real. Es decir, salir del encierro institucional nos enseñaba a hacer algo con el otro encierro, el subjetivo. Quiero hacer hincapié en que esta primer institución no le ofrecía casi otra cosa que medicación, que no había allí casi ninguna actividad que pudiera llegar a convocarlo en algo.

-El bar de la vuelta de la clínica de Florida es el terreno que encontramos como punto de «encuentro”, inmediato a la salida de la clínica:
Poco a poco, el café y lo que se tornó estructurante en tanto actividad durante el comienzo de cada encuentro, a saber, la lectura de los chistes de la contratapa del diario, resultaron las casi constantes de la estructura del encuadre a lo largo de los más de dos años de nuestros sucesivos encuentros, hasta la actualidad (dichas lecturas de viñetas humorísticas fueron estructurales y estructurantes en el proceso de trabajo de este A.T.), a pesar, aún, con los avatares (incluyendo 4 crisis) propios de un tiempo que le tocaba vivir. Un A.T. con un sujeto psicótico estructurando una posible rutina alrededor de unos chistes. ¿Un trabajo de A.T. junto a un sujeto psicótico grave estructurado alrededor de chistes? Una apuesta por la singularidad.

-En los momentos en los que irrumpe el delirio y la alucinación en Juan, éste de cualquier modo quiere y puede salir de la clínica. Tomado por la certeza delirante de sistemáticas conspiraciones de los directivos y algunos compañeros respecto de atentar contra un rosalillo plantado por él en el jardín de la institución le cuesta mucho cada comienzo, nos cuesta mucho, de los diferentes lugares, cada vez; no obstante eso, sin embargo es la lectura de los chistes (las palabras, las imágenes, los símbolos, las significaciones posibles, las diacronías aportadas por las viñetas) con sus efectos pacificadores, la sonrisa, la reflexión y lo cómico, aquello que acota y delimita el discurso delirante, aquello que en principio lo alivia y le arranca un espacio subjetivo, le hace posible la intermitente entrada en un lazo social mas llevadero, y lo pone a compartir en voz alta con un semejante algo del orden de la terceridad vía una experiencia compartida de lectura con un otro en lo social. Entre los sucesivos chistes o luego de leídos los mismos, Juan puede comenzar a hablar de aquello que le preocupa respecto de su por venir, en función, a veces, de lo ya acontecido respecto de intentos y tentativas de suicidio no consumados. Puede contar el cuento, dice. La experiencia de la lectura de las tiras humorísticas de historietas ponen en juego aspectos políticos, históricos, socio-culturales, vinculares, relacionales de un tercero en principio exterior a nosotros dos: Yo Matías (y su madre), Clemente (y la política), Diógenes y el lingera (y la reflexión cotidiana de una compleja realidad), Crist (y su crítica a la política oficialista), aportando en una sola viñeta la condensación y el desplazamiento de los temas de actualidad que nos implican de una u otra manera a nosotros los argentinos.

-A través de la escucha del discurso del acompañado el acompañante terapéutico recogerá los elementos que pueda y que le permitirán asistir al sujeto en su trabajo de delimitación del terreno del Otro y de intentar arrancarle un «espacio subjetivo”. (*)

-La lectura del diario nos acompaña hasta el momento actual, actividad crucial en tanto un tiempo para la palabra articulada a una determinada problemática metaforizada por el chiste, instancia mediatizadora que da lugar a una conversación a partir de un lugar tercero algunas veces ordenador; el de la palabra escrita e impresa en un papel que a su vez hace alusión a algo ocurrido en el mundo externo.

-Cabe aclarar en este punto que Juan cuenta con el diagnóstico de esquizofrenia paranoide, según se encuentra escrito y detallado en varios lugares de su vasta historia clínica pero también y desde un punto de vista diferente y diferenciado, según y conforme el lugar en el que me iba ubicando desde un punto de vista transferencial, relacional, vincular, tomando estas últimas tres palabras no en el sentido estricto de los sinónimos.

-Es menester decir que la clínica desde donde iba a partir el acompañado, se hallaba a tan solo quince cuadras de su última casa, lugar en donde había vivido junto a sus padres y su hermana, y luego junto a su madre por el transcurso de gran parte de su vida hasta su fallecimiento, digo por el de la madre.

-Aunque el lazo social que puede establecer el acompañado en cuestión se ve seriamente afectado por la relación psicótica que establece con el lenguaje y el sufrimiento concomitante que dicha relación trae consigo, suele encontrar algún refugio localizándose en zonas históricamente reconocidas y recorridas, familiares, barriales, vecinales. Recorridos por lugares no sin un tiempo para la palabra. Ir paseando y conversando por los diferentes y diversos lugares para él ya conocidos era ir dándole un lugar a la palabra entre nosotros no sin los otros cada vez.

-En este sentido el tiempo y el «espacio” de A.T. discurre, se entreteje, se fue construyendo en la doble vía de la actividades realizadas dentro del bar, y aquellas otras por fuera del mismo como eran y son las caminatas y charlas que acontecían cerca del barrio (y por consiguiente de su casa). Juan entonces manifiesta querer su barrio aunque no la clínica cercana a su casa, en la cual se encontraba internado.

-Recordemos que de esta clínica iba a ser derivado a otra, esta vez bastante lejos de esta ciudad.

-En alguna conversación que tuve en los primeros tiempos de nuestra tarea junto al acompañado, le pregunté por sus otros espacios queriéndome referir a sus psicoterapia dentro de la institución, a los talleres, a las actividades. Es ahí que el acompañado me enseñó que «para él la palabra espacio no existía, ni había existido nunca; que cuando uno solo siente el encierro, no hay espacio, y es entonces que no queda salida”. Si un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, este significante, espacio, no le representaba nada. El tiempo del encuentro se detuvo en la palabra espacio. Una sorpresa más. Aclaró que había escuchado dicha palabra en cada uno de los tratamientos por los que había pasado a través de su sucesivos tratamientos, pero que nunca la había entendido relacionada a un hacer concreto y útil para la vida de todos los días, en ningún lado. El tiempo se detuvo o pareció detenerse en la inexistencia del espacio.
Pedí disculpas al acompañado por mi equivocación en la elección del término y procuré no tratar de dilucidar ni comprender nada de eso junto a él en ese momento, poder concurrir a otra supervisión y repensar como sacar la pata que ya había metido. Había metido la pata una vez más, pero como decía nuestro amigo Enrique Pichón Riviere, la cuestión no está en no meter la pata sino en pensar cómo sacarla, como rectificarnos de una posición tomada o bien que nos toma (por sorpresa).

-Sus palabras cambiaron la orientación de nuestros encuentros, se produjo, a mi entender, una re direccionalización significativa en cuanto a la táctica puesta en juego a partir de el reordenamiento de alguna premisa a tener en cuenta de ahí en mas:

-De la falta de espacio a un lugar posible de habitar construyéndose y a construir, habitable, desde el cual poder estar en relación a otros, a una actividad, al tiempo, no sin el tiempo de la palabra.

-Si bien el no saber no es algo ostensible, caí en la cuenta de la importancia estructural de poner una falta en juego y trabajar ahí en situación y luego trabajar necesariamente por retroacción, sobre aquello que se fuera presentando y sobre lo cual no tengo un conocimiento certero, preciso o acabado, quiero decir; que no por estar como acompañante terapéuticos debemos devenir expertos ni nada por el estilo, tal vez, me inclino a decir que se trata mas de una prepotencia de trabajo que de cuenta de un saber hacer en el marco de una práctica específica. Si con Juan, como con cualquier otra persona, no se pone en juego el no saber en lo venturoso que tiene cada encuentro, pues estaría este acompañante que escribe aún mas complicado de lo que ya estoy. Me propuse entonces sacar la pata siempre y cuando estuviera a tiempo en la medida que nadie está exento de equivocarse en este arduo y complejo oficio de acompañar.

-Me encontré una vez más con que era irremediable pensar el lenguaje como hábitat y las implicancias de nosotros como sujetos en el lenguaje, ya sea que se trate de un sujeto en las psicosis como en las neurosis (queda para otro trabajo incluir las perversiones). El tiempo está habitando el lenguaje, y es menester intentar al menos ubicar algo de la relación del sujeto con el lenguaje, a los fines de poner en juego un posible acompañar. El lenguaje como hábitat, supone el tiempo y el espacio de la palabra y en la palabra. Un lugar es la apuesta a construir en lo que parece no haber en cuanto al espacio que no hay.

-En ese punto ubico que cada encuentro implicaba un lugar, o a la inversa; que cada lugar implicaba un encuentro, cada vez.

-En ese sentido emergía una rutina con sus variables, una estructura mínima como apoyatura necesaria de la que fue delimitando el discurso delirante, e ir encontrándole una narrativa, un posible relato a sus dichos, para apostar a ubicarlos en su propia historia.

-Es así que un juego de cartas que fue enseñándome a lo largo de los sucesivos encuentros resultó de suma importancia tanto para relacionarse mediante el juego como para ir recordando el juego que en su niñez le había enseñado su querido abuelo, ir jugando y recordando no solo la buena relación parental en juego sino aquello que el padre de su padre le había trasmitido como valores: las reglas, la paciencia, el respeto, el aprendizaje, el saber perder y el saber ganar (aunque a veces, dice, el abuelo también lo dejaba ganar). Pedro se recordó perdiendo mientras jugaba. Recordar al abuelo por la vía paterna era y es para él siempre un refugio, un lugar de ternura, paciencia y aprendizaje significativos.

-Cuando llegó el momento del traslado a la clínica de Pilar; Juan contaba con esta historia acontecida en el dispositivo de A.T.; hace ya un año y nueve meses que el acompañado reside en la clínica de Pilar.

-El armado y sostenimiento de un dispositivo que implica entre otras cosas un encuadre con sus constantes y sus variables, fueron fundamentales para favorecer una posible apuesta a una historización en juego.

-Luego de dos crisis de tipo psicótica que tuvieron lugar en momentos posteriores al traslado, lo cual implicó volver en dichas oportunidades a la clínica desde donde había partido para permitirle trabajar la cuestiones que podían haber tenido que ver con tales descompensaciones y de este modo recomenzar, Juan comienza a obtener cierta estabilización, comienza a ser observable aquello que llaman adaptación al nuevo lugar.

-Comenzamos entonces a explorar nuevos caminos haciendo camino al andar… y trasladamos una de las rutinas construidas a otro lugar, a otro sitio, a otra geografía.

-El A.T. se mantiene en la clínica de Pilar habiendo modificado ciertas cuestiones del encuadre según las actividades que la institución, esta sí, le propone.

-Una vez en este último lugar Juan comienza a darme «consejos” de acuerdo a la necesidad de mi presencia o a la necesidad de mi ausencia en función de aquello a lo que siente es menester responder respecto a las actividades que la institución de Pilar le propone. «Le aconsejo que venga”, «Le aconsejo que no venga”, «Lo extrañé pero trabajé en la huerta”, «No venga, si no trabajo me matan”, «Venga nomás”, «venga media hora más tarde”, «¿Se puede quedar un poco más o no?”, etc.

-Quiero realizar un breve paréntesis para subrayar algunas de las tantas cuestiones que fueron emergiendo en el transcurso de los sucesivos encuentros a nivel de lo vincular en los dos años y medio que fuimos trabajando. En este tiempo me tocó, me afectó, ir soportando y en la medida de lo posible alojando, las figuras de semejante y de prójimo como de otro donde se proyecta lo que se rechaza de sí, lugares que se sucedían de modo vertiginoso y alternado en los intersticios de la construcción del lugar de una rutina.

Decía: «Usted es como un hijo”, «lo quiero como a un hijo”, «usted me trata como a un hijo”, «usted es como un padre para mi”, «usted es un buen pibe”, «usted es un buen ayudante pero un mal acompañante”, «usted es un homosexual”, «usted hace psicoanálisis barato”, «usted es un agresor subliminal”, «usted y yo nos complementamos”, «pórtese bien”, «recuerde que usted está trabajando para mi y no yo para usted”, «recuerde que usted está trabajando para mi recuperación”, «¿usted está con prostitutas?”, «si se vuelve a masturbar no vuelva”, «en la semana se portó mal, se portó bien, se portó más o menos”, «usted se quiere coger a mi hermana”, «usted quiere fundir a mi hermana”, «usted se hace querer”, «usted es una buena persona”, etc.

Quiero subrayar en este punto la necesaria por vital importancia que fueron adquiriendo en estos y otros momentos por lo menos dos cuestiones:
1- La cuestión de las supervisiones en cuanto a poder repensar, co pensar, realizar juicios sobre la acción, la importancia de la retroactividad como vuelta sobre los pasos caminados, de pensar los efectos y reflexionar las causalidades, de meter la pata y poder o no poder sacarla con la cuota de responsabilidad que nos toca a cada uno, acompañado y acompañante, de poder volver a pensar lasa situaciones que vamos habitando.
2-la cuestión central del análisis personal, fundamentalmente para ratificar o rectificar posiciones personales en relación a nuestra historia personal en función del devenir o los devenires con los diferentes matices que va adquiriendo la experiencia en cada uno de los encuentros.

-Las rutinas antes descriptas construidas en la clínica de Florida las trasladamos también a Pilar, y comenzamos a incluir recorridos nuevos en zonas desconocidas.

-En Pilar comienza a retomar una actividad que la formación en tanto jardinero le había otorgado: elije participar en el taller de huerta y jardinería, el cual sostiene hasta el día de la fecha, con vaivenes y discontinuidades en la medida en que van aconteciendo los obstáculos y posibilidades en su vida de relación, estando ahí.
Poco después da inicio a un taller de manualidades, tarea que le viene bien en cuanto según dice, no le permite abstraer tanto y lo conecta con una realidad concreta que aunque un poco aburrida, dice, es un cable a tierra.

-Por otra parte comienza a comunicarse mediante su correo electrónico con sus dos amigos, sus tíos que se encuentran en otro país, su hermana, su hijo.
También comienza a comunicarse con aquellas personas que le resultan significativas por medio del teléfono celular. Siento allí que mi función es la función de, mediante una presencia, propiciar una posible comunicación.
Esta tarea la realiza en el marco del acompañamiento y a partir de allí emerge su pedido de que yo interceda hablando en la institución para una posible inclusión suya en un taller de computación que allí se da. Juan escribe sus correos a sus seres queridos y me llama sí y solo sí le surge algún obstáculo técnico, práctico.

-Para el acompañante no se trata de tomar una posición ante el delirio, de confirmarlo, encerrarlo o interpretarlo. Se trata sobre todo de escuchar el discurso delirante tal como es dicho y de reconocerle en la medida de lo posible un lugar en la historia del acompañado. El acompañante cree en el acto, no pondrá en duda sus dichos ni verificará su discurso en la realidad. El acompañado podrá entonces hablar sin riesgo de ser rechazado. (*)

-En la actualidad puede realizar salidas no sólo conmigo sino con sus compañeros, a quienes entre otros enseña (también enseña a algunos directivos) el juego que le enseñó su abuelo, que me enseñó a mi.

-Un acompañante tiende por una parte a recibir y a soportar la palabra, y por otra parte, manteniendo las exigencias de la inscripción del acompañado en algún plan de tratamiento, el respeto a las reglas culturales y sociales, la necesidad de una vida que conlleve una adaptación activa a la realidad, lo lleva de alguna manera y forma a efectuar un trabajo de delimitación de su «espacio” imaginario y a revisar de algún modo sus ideas delirantes, a los fines de propiciar la cuestión del lazo social. (*)

-Por otro lado hace muy poco comenzó a retomar el escribir poesía.

-Si bien es cierto que nada nos garantiza que no se presenten crisis por venir, el trabajo de historización de las mismas y el compromiso y consiguiente responsabilidad sobre el terreno de la palabra, nos dará algunas pautas acerca de una posible construcción y reconstrucción de un devenido lugar (por venir).

-Por lo pronto, a mi entender, se torna significativo en cada encuentro, ir tratando de dar lugar a aquellos consejos que Juan me va señalando, enseñando; experiencia de soportar, de tratar de hacer soporte a aquello que el acompañado tiene para decir y decirnos, y contando con las palabras como soporte material que dan lugar a esos dichos, sobre las palabras que podemos escuchar, reflexionar sobre el lugar que vamos ocupando, y en ese sentido, dar lugar.

-Hace poco tiempo, una vez que me estaba yendo luego de un encuentro, me dice: «Usted es un traedor…”
Ante mi sorpresa (había escuchado traidor y me había sobresaltado y preocupado) se sonríe y vuelve a repetir:
«Usted es un traedor, es un traedor, me trae realidad y a la realidad, y eso me alivia un poco…”
Yo no había entendido el juego de palabras, pero luego de la breve perplejidad comenzamos otro, el mismo A.T. (que quedará para otro trabajo para escribir en otro momento).

-Pasado un tiempo considerable de las instancias descriptas y algunas algo disipadas dentro de las muchas de las cuestiones más álgidas ya comentadas, Juan dice sentirse «más adaptado a la institución en donde reside”, dice habla poco con los otros en la institución pero no obstante eso comienza relacionarse con algún que otro compañero además de participar de un taller de manualidades y de expresar sus ganas de de participar en n taller de computación.

-Hace menos tiempo que los párrafos anteriores Juan me dijo que quería cambiar de Acompañante Terapéutico por una persona de su edad, que podía tener entre 55 y 60 años más o menos, porque consideraba a ciencia cierta que había cosas de las que no podía hablar conmigo aunque las hablara, por una cuestión generacional (nos separan 24 años de diferencia), cuestiones relacionadas a las épocas que el vivió, a los diferentes contextos socio-históricos, al haber vivido diferentes circunstancias históricas, sociales, culturales, a la paternidad de alguien de esa franja etarea, etc. Decía que no era que me odiaba ni nada por el estilo pero que quería hablar de algunas cuestiones con alguien de su edad. Sin cuestionar, negar ni confirmar sus dichos, solo le digo que estoy de acuerdo y que lo iba a seguir acompañando hasta tanto se consiguiera a alguien acorde a su pedido.
En este punto y desde su lugar pedía otra persona para un lugar que estaba construido a su manera para él: el lugar del Acompañamiento Terapéutico más que el del Acompañante Terapéutico propiamente dicho, es decir, a partir de lograr, como dice él, cierta adaptación a la institución, decide concluir este A.T. pero no perder su «espacio”, o mejor dicho su lugar en el dispositivo de A.T.

-Por este acontecimiento no pude menos que sentirme sorprendido (vale decir que en el transcurso de este recorrido junto a Juan tuve que animarme y amigarme con la sorpresa cotidiana y hasta con algunos tintes personales de perplejidad por lo que me enseñaba acerca de las psicosis, pero sobre todo de la condición humana, y ahí estamos implicados cada uno de nosotros), no pude menos que sentirme sorprendido en por lo menos dos direcciones: el haberse construido un lugar para lo que el acompañado llamó adaptación en la institución, un lugar que se le torne medianamente soportable y al mismo tiempo, como entretejido, en consonancia y con sus resonancias, que quiera cambiar de Acompañante Terapéutico desde el estar ubicado en un lugar en las generaciones y este lugar no es sin el otro.

-Se conoce como generación, en Genealogía, al total de seres que forman parte de la línea de sucesión, anterior o posterior de un ser de referencia y se encuentran a la misma diferencia.
Recordemos que la diferencia generacional es el promedio de la diferencia de edad de todos los hijos con respecto al padre o madre en años, es decir, hay una distancia que separa las diferentes generaciones unas de otras.

-En este sentido el acompañado desde un lugar en las generaciones teniendo como referencia mi edad, desde un lugar en el tiempo y desde un lugar de pertenencia en relación manifestar necesitar hablar de algunos temas con alguien de su edad que no sea precisamente un amigo, amiga o familiar, entonces pide otro Acompañante Terapéutico.

-Bueno, en eso estamos más o menos junto a Juan en este recorrido…

-Para concluir luego de una preocupación por el lugar, la palabra y el lugar de la palabra….
Nos dice Alejandra Pizarnik en un poema llamado:

«Moradas”:
En la mano crispada de un muerto,
en la memoria de un loco,
en la tristeza de un niño,
en la mano que busca el vaso,
en el vaso inalcanzable,
en la sed de siempre.

(*) Del libro «Tratar las psicosis” (De Willy Apollon, Danielle Bergenon, Lucie Cantin)
Editorial Polemos, 1997.

Abril de 2013