Comenzar por el pasado

Autora: Flavia Cifrodelli

E mail: flaviacifrodelli@gmail.com

(La siguiente es una presentación clínica expuesta en el 5° encuentro de Ats –Ciclo 2014, el 24 de enero de 2015, cierre anual, en la Asociación Civil At Lazos)

Mi nombre es Flavia Cifrodelli y estudio la Licenciatura en Trabajo Social en la UBA. Realicé el curso anual de AT en At Lazos que inició en el 2014 y las prácticas desde fines de noviembre hasta fines de diciembre. Concurría a realizar el acompañamiento una vez por semana, cuatro horas. 

Dicha práctica la realicé en el Hogar San José, ubicado en la localidad de San Miguel, el cual alberga a más de 50 niñas y adolescentes mujeres. En la institución sostuve contacto principalmente con la Psicóloga, quien me dio las indicaciones, me presentó con la nena que acompañé y siguió el día a día.

Acompañé a Daiana, de once años, quien residía en el hogar hacía tres años con su hermana mayor. Ambas ingresaron a la institución al ser retirada la tenencia a

su        madre,        una        persona        con         discapacidad         que       no       pudo            sostener

responsablemente el cuidado de sus hijas. La familia residió en Uruguay unos años, donde nació Daiana, y al regresar se detectó un abuso sexual sobre las niñas por parte de un hermanastro (hijo de su padre). Son tres hermanas, Lucía de 17 años, Carla de 14 y Daiana de 11. 

Me dieron como indicaciones acompañar el proceso que estaba atravesando Daiana, ya que en breve posiblemente saldría del hogar a cargo de Emilia, ex pareja del hijo de sus tíos-abuelos que se ofreció para ser su referencia. La mujer vivía con su hijo de once años, en la localidad de San Miguel, y representaba una oportunidad para que la niña no atraviese toda su juventud institucionalizada. La referencia funciona como una adopción pero vinculada y acompañada desde el Hogar y no desde la Justicia, por lo que la niña ya se retiraba todos los fines de semana con la familia para conocerse e ir afianzando el vínculo, con el seguimiento institucional.

Frente a esto, me solicitaron que focalice en que la nena pueda reconocer lo positivo de su estadía en el hogar y los vínculos allí formados, así como su historia personal previa, para poder iniciar de la mejor forma la nueva etapa (Ya que su idealización alrededor de la figura de Emilia, basada en la visión de una mujer atractiva, abogada, que atraviesa una buena situación económica, generaba una negación de su pasado). También se me pidió reforzar el ámbito escolar que había descuidado a causa de la ansiedad que generaba ese tema.

En los primeros encuentros Daiana reconoció rápidamente los espacios del acompañamiento y los aprovechó desde el comienzo. Cada lunes por la tarde lo primero que hacía cuando llegaba era contarme lo que había hecho el fin de semana en la casa de Emilia. Luego me comentaba con mucha menos emoción las novedades escolares sobre las que yo le pedía que me tenga al tanto, y después iniciábamos la actividad del día.

Las tardes que compartimos se pasaron principalmente dibujando, jugando, paseando por el parque del hogar, escuchando música y escribiendo. Daiana en general hacía figuras femeninas que siempre vinculaba a ella o a Emilia. Además, escribíamos listas o anotaciones sobre gustos o cuestiones vinculadas a su salida de la institución. Cuando dichos gustos los relacionaba instantáneamente con su adoptante, le pedía como tarea que le consulte sobre ese tema a su hermana mayor, para ver qué opinaba y establecer nuevos puntos de confluencia en los que aún no se estaba fijando por su situación.

También, me dejaba escritas listas de canciones que quería escuchar para el próximo encuentro, entre las que se podía notar una clara separación entre las canciones infantiles y las adolescentes, propio de la edad de confluencia que atravesaba. Le gustaba cantarlas con alguna botella de agua en la mano que hacía de micrófono.

Asimismo, a partir de un día en el que llevé dos armónicas, me empezó a pedir que le enseñe a tocar y para cada semana le dejaba una canción nueva para que practique. “Cuando me salga bien le voy a mostrar a Emilia”, decía emocionada. Su inquietud por la armónica se prolongó por lo que aprender nuevas canciones y tocar juntas se volvió algo constante y su estado de ánimo del día se traducía fácilmente en el empeño que le ponía a tocar.

En cada juego y dibujo siempre predominaba la figura muy bien decorada de Emilia. El día en que la conocí escribió su nombre con el apellido de ella, en lugar del suyo biológico que figura en su documento. También, mencionaba su deseo de estudiar Abogacía al terminar el secundario (profesión de Emilia). Su fijación en la figura de su nueva “mamá”, como ella la llamaba, hacía que intente tapar todo recuerdo o rastro de su madre biológica, quien hacía varios meses no asistía a visitarlas a la institución ni hablaba por teléfono con ella.

Su vínculo con su hermana mayor se encontraba sesgado por dicha cuestión también, ya que la ligaba directamente con esa parte de su historia. Lucía tenía un retraso mental, al igual que su madre, y Daiana se comportaba distante y fría con ella. En distintas ocasiones aseguraba que no la iba a extrañar si salía del hogar y que no le interesaba seguir viéndola.

Las tareas escolares también ocuparon un lugar importante en las horas del acompañamiento, ya que a Daiana le costaba mucho concentrarse en hacer su tarea y siempre tenía trabajos acumulados. Cuando nos ubicábamos en el área de apoyo escolar del hogar para usar los libros y computadoras, se mostraba celosa con sus compañeras ante mi ayuda y reproducía constantemente llamados de atención incansables. Algunos encuentros después me admitiría que “estaba cansada de compartir todo con todas”. Por otra parte, la niña no paraba de mencionar el nombre del nuevo colegio al que asistiría el próximo año cuando saliera del hogar con Emilia, adjudicándole características superadoras al actual y asegurando que mejoraría sus notas allí. Sin embargo, pudo comprender la importancia de pasar de año y, a partir de la insistencia de los profesionales de la institución, de la familia adoptante y mía, pudimos convencerla para que reactive el último periodo y pueda aprobar las que faltaban.

Resultaba dificultoso poder desviar la charla hacia su pasado, tanto en el hogar como previo, ya que en un principio sólo encontraba cuestiones negativas a su alrededor y quería concluirlo rápidamente para comenzar su nueva vida con una familia. “Cuando vuelvo los domingos siento como que mi vida no tiene sentido”, me decía Daiana, en referencia al día que regresaba luego de pasar el fin de semana con Emilia y su hijo, situación que se repetía cada semana.

Sin embargo, poco a poco la niña empezó a poder hablar sobre ciertas cuestiones. En distintos encuentros hicimos listas sobre qué cosas le gustaban del hogar y cuáles no, entre las que rescató positivamente a ciertas amigas y operadoras. Además, listamos a qué personas le gustaría seguir viendo en el caso de salir de la institución, entre las cuales en un principio no se encontraba su hermana Lucía, a quien más adelante agregó a partir de un día en el que descubrió que compartían los mismos gustos de helado favoritos. Daiana siempre establecía sus parecidos en torno a Emilia y su hijo y, al pedirle que averigüe sobre los de su hermana, se encontró con varias coincidencias que la acercaron y le mostraron lo que obtuvieron de su historia conjunta. 

Nuestro último encuentro se apresuró porque finalmente Daiana salió del hogar bajo la referencia de Emilia e iba a continuar su tratamiento con otros profesionales ya desvinculada de la institución. Nos encontramos una tarde en el hogar para despedirnos. Ella estaba muy contenta, y tenía muchas razones para eso. Me contó cómo eran ahora sus días y sobre su nueva habitación, ya que era la primera vez que tenía una para ella sola.

También hablamos sobre el primer conflicto que se le planteaba en la casa de

Emilia. Daiana no podía evitar tomar objetos de valor o sumas de dinero que encontraba por el lugar y llevárselo por un rato. Luego lo dejaba en otro lugar de la casa o los devolvía adjudicándose haberlos encontrado. Su nueva madre estaba notando este comportamiento y se manifestó algo preocupada cuando la trajo a la institución y me lo mencionó. Sin embargo, Daiana finalmente estaba comenzando a tomar esa casa, ese nuevo hogar, que quizás aún no le pertenecía, y por algún lado estaba empezando. Al poder charlar sobre eso, la niña se hizo cargo de lo que le estaba pasando, también preocupada, y demostró la intención de mejorarlo prontamente.

Antes de irse a despedirse también de sus compañeras y profesionales, tomó mi cuaderno que siempre llevaba para nuestras actividades, y me hizo tres dibujos. Por último, firmó en dos lugares llamativos (primera hoja solapada del cuaderno) y con letra grande y me dijo “nunca tires este cuaderno, es para que no te olvides de mí”. La firma era con su apellido compuesto por el de su familia biológica y el de su familia adoptante. También incluía su primer nombre, que nunca usaba. Le dije que me gustaba mucho su nombre completo y le recordé que hace un tiempo me había firmado con el apellido de Emilia. Ella me contestó que el de su nacimiento le resultaba “más difícil de escribir”, pero que lo iba a usar igual. Cuando, quizás, más razones tenía para firmar con su ansiado nuevo apellido, Daiana decide afrontar su historia, a partir de reconocer que definitivamente las cosas habían mejorado. 

At.: Flavia Cifrodelli, enero de 2015

Acerca del AT de Flavia Cifrodelli:

Acompañamos a Daiana en un tránsito hacia una forma de adopción, pronto se irá con una referente y dejará atrás sus pasos. Recibimos como indicación acompañar este proceso vinculándola con su historia, algo así como amigarse con ella. Daiana rechaza todo lo que viene de antes, ha sido muy doloroso para ella, quiere dar vuelta la página sin más lazo con lo anterior. Tanto su mamá como sus hermanas son discapacitadas, ella parece no haber sido tocada por esta suerte de mala suerte. Ella no es discapacitada pero no parece aceptar la historia que la vincula a su familia. Esta adopción le despierta gran ansiedad y un apuro en dar vuelta la página sin leerla.

Necesita desesperadamente un lugar para ella y ella sola, no compartir con nadie más. 

Y niega su historia. Todo es Emilia y su entorno. Ella quiere ser Abogada como aquella, nombra como hermano al hijo de ésta, toma su apellido. Cada vez que vuelve al hogar, su vida pierde sentido, el sentido está todo del lado de esta nueva familia adoptante. De su lado el vacío. Es aquí que la At propone el trabajo de amigarse con su historia, sus hermanas, su apellido. Es preciso que afloje en ella esa negación teniendo en cuenta que si bien la historia puede torcer rumbo, cambiar la dirección, hay una previa. Lo otro sería un agujero donde ella fácilmente podría caer si no se teje allí algo tendiente a bordear su historia.

Toma cosas en casa de Emilia como intento de apropiación de un lugar desde lo concreto pero las devuelve. 

Finalizando el trabajo, le deja a su At. su firma incluyendo ambos apellidos como parte del trabajo realizado. Parece que ha decidido empezar a afrontar la vida con los nombres que tanto la madre biológica le puso como la nueva madre adoptante le está dando. Es un comienzo de elaboración de su historia sin que el presente (que le resulta bastante más satisfactorio porque le ofrece un lugar para ella sola plasmado en la habitación que le espera en la nueva casa) anule el pasado.

Supervisora: Sandra B. Sarbia, enero de 2015