Autor: Sandra B. Sarbia
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¿Qué comemos cuando comemos?
Alimentarse no es solamente cubrir una necesidad básica que precisamos para poder responder a las actividades cotidianas. Esta función incluye mucho más que eso, comienza allá lejos y hace tiempo.
Cuando no podíamos proveernos del alimento esencial, fuimos asistidos por otro y en ese acto, nos hablaron (haciéndonos seres parlantes), nos miraron, nos sostuvieron en brazos, llegaron o no a tiempo para calmarnos, mientras tanto erogenizaron nuestro cuerpo. Nos dieron tiempo para que todo esto ocurra, con caudales de deseo y/o de rechazo en tanto siempre nos dieron lo que pudieron, ni más ni menos. Y con esto, nos hicimos.
Un bebe no nace hablando, será con la interpretación de los que lo crian sobre su llanto que hará de ese grito una palabra. Si cuando un niño llora, el adulto responde a esto dando de comer y solamente, aparece taponando el despliegue de posibilidades que ese llanto podría tener. Cuántas veces se escucha llorar a un niño y uno se pregunta ¿y ahora qué es lo que quiere? sin encontrar respuesta, después de alimentarlo, bañarlo, abrigarlo y sosteniéndolo en sus brazos.
¿Qué quiere un bebe cuando grita? es siempre una incógnita a la que responde el otro con una interpretación otorgando sentido.
No habrá posibilidad de advenir al mundo del lenguaje si no es de la mano de otro que, atravesado por el mundo de las palabras, nos hable, interprete ese primer grito para convertirlo en palabra. Y con las palabras vienen los lugares nombrados. Entonces nos aparece un hambre de palabras, de ser nombrado, de ser algo para el otro y tener allí un lugar. Un lugar en el deseo del otro.
Una cosa es la necesidad y otra el deseo.
Y la pregunta por el deseo es clave para la persona, no da lo mismo estar o no alojado en el otro.
Y un día, después de muchos años la persona se encuentra no queriendo comer, comiendo demasiado, comiendo y sacando lo que ingiere, a veces usando laxativos. Y sin saber qué le está pasando.
Muchos de los primeros episodios de bulimia y anorexia se producen en tiempos cercanos a la adolescencia, cuando la sexualidad se reordena en torno a la genitalidad que se desarrolla. En estos tiempos, el cuerpo comienza a desarrollarse especialmente en lo atinente a la genitalidad aunque no solamente. Habrá que pasar de la niñez a la adolescencia no sin el dolor que nos anuncia el duelo por venir. Un duelo por el cuerpo que era, por lo que significaban los padres para él y lo que éste significaba para ellos, por las actividades que se dejan para tomar otras, en definitiva por la infancia.
Un tiempo de duelo que se cursará con lo que se tiene y con lo que no se tiene a disposición al momento de su intento de tramitación. Estas posibilidades o imposibilidades influirán en el por venir y tienen su lugar con relación a lo que se presenta.
Si bien podemos considerar a la bulimia y a la anorexia como problemáticas por las que está atravesada esta época (así como las adicciones, los ataques de pánico, las impulsiones, entre otras -donde se presentan más las actuaciones que la palabra-), ya Freud en 1895 hacía mención, encontrando relación entre anorexia y sexualidad. Dice en el Manuscrito G (datado en enero de 1895): «La neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia. La famosa anorexia nerviosa de las niñas jóvenes…me parece (luego de una observación detenida) una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada. (…) indicaba no haber comido simplemente porque no tenía apetito, nada más que eso. Pérdida de apetito: en lo sexual, pérdida de libido»
Falta de apetito de la mano de falta de ganas, de deseos vitales.
Un cuerpo que grita en los excesos y algo nos está pidiendo. Habrá hacer lugar para que aparezcan esos pedazos de historia que nos constituyeron e intentar hacer otra cosa con lo mismo.
Octubre de 2022