Autora: Lic. Sandra B. Sarbia
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…La relación madre-hija nunca resulta fácil. Una mujer, en su vida, se las ve en más de una ocasión intentando romper con algo del peso de la relación que la liga a su madre. A su vez, cada madre arrastra la problemática que tiene/tuvo con su propia madre.
Freud subraya que no se puede comprender a la mujer si no se pone en relieve esa fase primera de «ligazón-madre preedípica». Y ubica que esta ligazón es más intensa y duradera que en el caso del niño.
En algún momento esta relación declina. Se pregunta Freud: «¿A raíz de qué, pues, se va a pique esta potente ligazón-madre de la niña? Sabemos que ese es su destino habitual: está destinada a dejar sitio a la ligazón-padre… no se trata de un simple cambio de vía del objeto. El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón-madre acaba en odio…»
Será necesario hacer un trabajo de diferenciación entre madre e hija, ambas del mismo sexo (en este punto parece ser más sencillo para el hijo varón). Entre madre e hija se hace propicio el despliegue del terreno de la rivalidad, se hará necesario un espacio para cada una que no anule al de la otra y de la intervención de un tercero que ponga límite a cada cuerpo separado del otro.
Diferenciación y separación que tendrá que atravesar cada hija y necesariamente tendrá que pasar por el odio. Trámite necesario para vivir y hacer otra cosa que quedarse peleando eternamente con la propia madre.
María, una paciente que acompañamos durante un tramo de su vida, tiene una pésima relación con su madre así como también se ausenta respecto de cumplir sus funciones de madre. Leonor, la madre de María se presenta en casa de su hija y se sabe cuando viene pero no cuando se va (con la posible instalación). Esto le produce terror. Tanto que cuando su madre se instala, la paciente ya no puede dormir más. Tampoco puede limitarla, pedirle que se vaya, echarla, inventar algo.
Leonor entra y sale cuando quiere, lo mismo hace dentro de la casa respecto de las habitaciones (aunque estén las puertas cerradas). En algún momento María consigue retirarle las llaves de su casa, aunque no consigue cercar su invasión. Esta madre entra igual y viene para quedarse aunque no la inviten.
Hay algo del límite entre esta madre y su hija que no parece haber operado, que no separó.
Ubica Freud que el germen de la paranoia en la mujer hay que buscarlo en la primitiva relación con la madre.
Dice María «mi madre quiere sacarme del medio… envenenarme para quedarse con mi hija», pero no logra relacionar sus ideas paranoides con la invasión que hace su madre sobre su vida.
Cuando María empieza a ser acompañada en lo cotidiano por el equipo de Ats se produce algún ordenamiento y las cosas amenazan andar bien. Es ahí donde viene la madre, critica el tratamiento y se instala. Esta madre aplasta y María se deja aplastar.
Nada se mueve en María, reina en ella la pulsión de muerte.
O no se mueve quedándose tirada en una cama o se mueve a las corridas haciendo peligrar su vida y la de su hija (dos formas pulsionales tendiendo a lo mortífero)
No parece haber un padre en María que haya limitado el avance de esta madre. En consonancia con esto, la vida cotidiana de María requiere un ordenamiento artificial, esto se intenta hacer desde el trabajo de los AT.
Nos dice Lacan en el Seminario 17: «El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre. Entonces, traté de explicar que había algo tranquilizador… hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia, en la boca, y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que te protege si, de repente, eso se cierra»
Habrá que acompañar a María favoreciendo un trabajo de separación, un trabajo tendiente a poner un palito en la boca del cocodrilo para que no sea engullida, aunque sea ortopédicamente.
Por otro lado para ser madre es necesario dejar de ser hija en algún punto. Ahora una cosa es la biología y otra la función. Madre biológica puede ser cualquiera que tenga esa capacidad reproductiva y lleve a término su embarazo pero para ocupar el lugar de madre en funciones, se necesita de otra cosa que no otorga la biología.
La función materna incluirá la transmisión de un bagaje simbólico (como Otro portador del lenguaje); los primeros cuidados en la vida de un niño tan necesarios para que viva y crezca (alimentación, limpieza, cierto ordenamiento del mundo infantil); la erogenización de un cuerpo que nace al mundo pulsional (si una madre no toca con su sexualidad el cuerpo de un niño – sea mirándolo, sosteniéndolo, tocándolo, hablándole, las cosas no andarán bien); el abrazo con su amor.
El bebé humano necesita mucho más que la sencilla tarea de ser alimentado y cambiado para poder advenir al mundo como sujeto deseante. Precisa del deseo del Otro para gestar su subjetividad.
Función materna que a veces no puede cumplir una mujer con un niño.
Esta función no está ocupada por María, no sabe o no puede tomarla. Para esto tendrá que sacarse a esta madre de encima que la aplasta.
Parece que la familia verdadera de María es el animalaje, lo único que puede hacer sostenidamente durante el tiempo del acompañamiento es atender a los animales, hablar con ellos (habla más con ellos que con su hija) Encargarse de alimentarlos, comprando o preparando su comida. Nunca la hemos visto preparando comida para ella y para su hija.
María arrastra la pésima relación que tiene con su madre, directamente (sin ligadura, sin elaboración del vínculo) hacia el trato o no trato que tiene con su hija.
Bibliografía:
Nuevas conferencias de introducción al Psicoanálisis, S. Freud, T.XII
Conferencia 33: la feminidad, Idem
El Seminario 17, J. Lacan, Cap. VII
Un estrago. La relación madre-hija, E.Batla, J.J.Criscaut, E.Favret, S.Freid, A.C.Nemaric, L.Rossi, D.Valla.
Junio de 2006