Autora: Melisa Espósito (*)
E mail: melisamarielesposito@yahoo.com
…(*) At del Hospital J.T.Borda, Servicio de Resocialización
El siguiente escrito fue presentado en la «2ª jornada: La Práctica del Acompañamiento Terapéutico. Un Dispositivo de Trabajo» realizada el 28 de septiembre de 2006, organizada a través de At Lazos y la Universidad Argentina John F. Kennedy
En este caso que les comentaré, el paciente, a quien voy a llamar M, ya era acompañado por una colega, hacia un año y medio.
Hasta aquí M tenía su terapeuta y su AT.
Por cuestiones que no hacen al caso, su psicóloga no podía seguir viniendo al hospital, aquí, el equipo decidió hacer un cambio, su acompañante pasaría a ser su psicóloga, por lo tanto era necesario un nuevo AT.
Con el equipo, decidimos realizar breves encuentros, antes del cambio total, a modo de que el paciente me conociera y poder ver si sería posible el trabajo.
(Hay veces que tanto el acompañante como el acompañado no sienten empatía, en este punto se dificulta el trabajo a realizar, en estos casos se sugiere derivarlo a un colega.)
Durante estos encuentros, a modo de presentación el paciente percibía este posible cambio, le decía a su AT que ella parecía más su terapeuta que su acompañante, hasta llegó a preguntarle si el motivo de verme estaba relacionado con un cambio, en los roles.
Pasaron aproximadamente cinco meses hasta el cambio definitivo.
Durante este tiempo intermedio no se generaron nuevos acercamientos.
Cuando llegó el momento de presentarnos como AT y acompañado, no generó resistencia al cambio.
M tiene permiso de salida y éstas son mensuales, va dos veces por mes a la casa de la madre, también su casa, allí él creció.
Generalmente nos vemos un día en la semana para planear la salida, se chequea lo necesario para que la misma acontezca, como por ejemplo las monedas para viajar (él paga su pasaje y el mío), la medicación, higiene personal, el dinero que le lleva a la madre, él comparte una parte de su pensión con ella.
El día de la salida se vuelve a revisar la lista, para verificar que lo necesario esté.
Una vez que está todo listo, lo acompaño hasta la estación de tren, M no sabe ir, se pierde. Se intentó que hiciera solo este trayecto, pero no funcionó.
Desde la estación, hasta su casa M sabe manejarse, este recorrido lo sabe hacer.
Esta tarea de acompañarlo, esta función, como de re ordenar lo cotidiano, de re enseñar, por ejemplo, cómo retirar el dinero, cómo usarlo, y en qué, cuánto darle a la madre, etc., sólo son algunas de las tareas con el paciente.
Hace unos meses se comenzó a tramitar el pase del hospital a una clínica cercana a su casa, M, vuelve al barrio.
Esto por supuesto le generó ansiedad, y más aun teniendo en cuenta que él está hace mas de treinta años en el hospital.
Aquí se cumplió una función de contención, y como bien sabemos que nuestro trabajo, es un trabajo en equipo, AT, psicólogos, psiquiatras y demás personal que trabajan con y para él, estuvimos ahí, conteniéndolo y generando una visión positiva hacia el futuro cambio, haciendo de soporte (yo auxiliar), ante esta movilización tan importante, que de no estar él preparado para sobrellevarlo, no hubiera sucedido. Esto no alteró las salidas quincenales.
Una mañana, llego al hospital y M no estaba, era día de salida, averigüé en su servicio y uno de sus compañeros me dijo que ya había salido hacia su casa. Pregunto al enfermero y me ratifica el comentario anterior, M retiró su medicación, su permiso de salida y fue a la casa, sin compañía aparentemente.
Me comunico con su psicóloga, y le comento lo sucedido. Ella llama a la casa de la madre habla con la misma y ésta le comunica que su hijo estaba allí.
M, luego de treinta años fue solo a la casa.
Además, ese fin de semana se quedó hasta el domingo. Esta posibilidad de quedarse todo un fin de semana en la casa y así poder compartir en familia un domingo con sus hermanas, era algo que se venía trabajando hacía un tiempo, tanto con el paciente, como con su madre desde la terapia familiar.
M tuvo luego de muchos años un domingo en familia.
A posteriori el paciente siguió viajando solo. Nuestros encuentros seguían siendo semanales, ya sin acompañarlo hasta la estación, más apoyándolo y conteniéndolo en esta nueva etapa en su vida.
Finalmente llegó el cambio, el pase de institución, se habilita una cama para el paciente en esta clínica tan esperada.
M está feliz, dice que comienza una nueva etapa en su vida, cerca de su familia, en su barrio, donde caminó mucho cuando era joven.
Este cambio llegó, y por supuesto que nos encontramos con pequeñas piedras en el camino, que por lo general son parte de él, y ajenas a nuestra voluntad. Aquí apelamos a respirar profundo, rever las circunstancias y seguimos adelante y como ya dije antes, LOS CAMBIOS LLEGAN.
Septiembre de 2006