Acompañamiento Terapéutico y vejez. Un acompañar camino al reencuentro

Autora: Lic. Ruth Ferrarese

E mail: rferrarese@ciudad.com.ar

…(*) Terapeuta de geriátricos Oldrick Robertson, Eterna y Ntra. Sra. de Luján y Tutora docente de At Lazos

El siguiente escrito fue presentado en la «2ª jornada: La Práctica del Acompañamiento Terapéutico. Un Dispositivo de Trabajo» realizada el 28 de septiembre de 2006, organizada a través de At Lazos y la Universidad Argentina John F. Kennedy

Desde mi rol de tutora de acompañantes terapéuticos en instituciones geriátricas, quiero  aportarles algunos aspectos de la experiencia que he tenido a lo largo del corriente y pasado año.
Quisiera comenzar situando algunas particularidades que hacen al contexto y realidad por las cuales transitan las personas comprendidas dentro del período vital de la vejez, ya que  acompañarlas requiere de un saber acerca de ello, saber que a su vez se va conformando a través de la práctica misma:

1) Factores determinantes en el momento de la internación: entre los cuales podemos mencionar: el encontrarse solos, el enfrentarse a enfermedades crónicas o discapacidad  funcional que implica el no poder manejarse por sí mismos, ante lo cual, la familia no puede hacerse cargo de los cuidados, y entonces  el geriátrico aparece como una alternativa posible.

2) Qué sucede cuando se produce la institucionalización del anciano: ésta en general no suele ser una decisión propia y aunque así lo sea, implica un cambio movilizante. Sentimientos de pérdida y abandono entre otros, los habitan. Cuando ingresa a este nuevo ámbito se enfrenta a algo desconocido, estas instituciones presentan una organización diferente a la familiar, los  horarios y espacios están establecidos, (hay horarios fijos para comer, bañarse, acostarse y un reordenamiento igual para todos en cada habitación, ubicación en la mesa, etc.)
Conviven un grupo muy numeroso de personas con historias de vida, hábitos, problemáticas y conflictos personales diferentes. También diversidad en los niveles culturales y sociales, y heterogeneidad en cuanto a patologías como depresiones graves, tipos de demencias orgánicas-seniles, distintos grados de dependencia motora, etc.
Hay por lo tanto un tener que despojarse de lo que hasta entonces conformaba el escenario propio de cada anciano. Los sentimientos de pérdida y abandono los habitan, siendo en ocasiones difícil de aceptar.

3) Cuando decimos pérdida nos preguntamos, qué se pierde: se pierden aspectos esenciales de todo sujeto. El poder de decisión, dadas las normas que la institución establece para poder funcionar y organizarse. Se pierde el espacio propio y pertenencias que no pueden ser trasladadas en su totalidad. Se pierden vínculos y roles sociales. Se pierde el sentimiento de autoestima, y de gran parte del potencial para la capacidad de enfrentarse con circunstancias que el entorno y el mundo que lo rodea le impone. Se pierde privacidad y singularidad. Se pierde la idea de proyecto pensado como a corto plazo, en cuanto a poder llevarlo a cabo dentro de sus propios tiempos. Como  confluencia de todo esto, aparece la desubjetivación del anciano.  Que quiero decir con ello?

Para esto  voy tomar una frase de Ricardo Iacub en su libro Erótica y Vejez que da lugar a la noción de sujeto y dice así: “…el deseo y el sujeto son elementos inescindibles, y la falta de deseo aparece más en el campo del otro limitando la dialéctica del erotismo…”Por lo tanto el sujeto es un sujeto deseante y esto es parte esencial para su existencia. Vemos en los gerontes que ante tantas pérdidas y condiciones a las que tienen que atenerse, las posibilidades  para la circulación de aspectos deseantes se reduce en forma significativa. Aquellos aspectos que hacen a su esencia, quedan inhibidos, como por ejemplo el libre hacer, decidir, etc.   
Para que el viejo deseante tenga un espacio es importante ser mirado como “ese viejo” y no como “el viejo” en tanto generalidad. Y aquí el acompañante terapéutico viene a ocupar un lugar. Y nos preguntamos ¿cuál? Acompañar en el diccionario significa:” estar o ir en compañía  de otro u otros”,  “existir una cosa junto a otra o simultáneamente con ella”. Por lo tanto y tomando estas definiciones el lugar del acompañante podría ser pensado como aquel que lo acompaña en el reencuentro y vehiculización de aspectos deseantes. Intento para que algo de su deseo pueda re-existir. Deseos perdidos, olvidados, que alguna vez estuvieron, así como también en la aparición de nuevos.

Es importante en la temática de la vejez trabajar ese motor que el deseo produce y que en la institucionalización parece diluirse ante las características antes mencionadas. He visto  durante los procesos de acompañamiento que quién acompaña va ocupando un  espacio; el de un otro que lo escucha y lo mira a ese geronte en su singularidad lo que marca una diferencia. Ya que no es quien satisface la necesidad del viejo (institución), sino quién escucha aquella otra parte fundamental de todo ser, vinculada con: quién fue, quién es, qué siente, qué piensa,  qué pasa con sus ganas de hacer o de no hacer, qué se podría hacer, etc. El acompañante toma situación por situación y se encuentra abierto a lo que allí se presente, a la singularidad de cada una de  ellas.

Por ejemplo, una paciente decía en su primer encuentro con el acompañante estar cansada, molesta ya que estaba durmiendo y la fueron a molestar cuando ésta llegó. No quiere hablar y le aclara a la acompañante que no vuelva porque no la va a atender, repitiendo esto en varias oportunidades. Es una paciente esquizofrénica de 65 años con una permanencia de larga data en la institución. Su interacción con otros pacientes y el contexto es escasa, sin ninguna participación en los talleres. La permanencia de la acompañante semana tras semana fue abriendo un nuevo espacio que generó otro tipo de vínculo hacia la acompañante primero y el entorno después. Comienza a hablar y contar sobre su familia, trabajos, preferencias. El deseo de expresarse comienza a escucharse, intenta seguir con la conversación cuando el encuentro del día llega a su cierre. Ella quiere seguir siendo escuchada. Más adelante aparece un contacto corporal tomando de la mano a la acompañante dando cuenta de otra calidad de acercamiento, más comprometido e íntimo. Allí le  expresa que la espera la próxima semana. Antes de ingresar a la institución la paciente cantaba en un coro de la iglesia evangélica y esto fue trabajado con la acompañante. Poco a poco empieza participar de una actividad especial que consistía en cantar integrándose al coro que algunos pacientes conformaron para un evento especial. Actualmente requiere de estímulo y ayuda de los profesionales para sostener su concurrencia en otros talleres como gimnasia y manualidades.   

Hubo un cambio de posición, hubo un lugar para que las palabras y el decir, como lugar del deseo, tengan un alojo siendo motor para su posterior hacer. La posibilidad de transmisión permitió a la paciente una diferenciación, porque su discurso pleno de sentido es recibido por un interlocutor dispuesto y abierto a recibirlo. Su voz pudo emerger a partir del cantar, cuando su decir fue escuchado por otro, su acompañante, en un primer momento, para luego poder ser escuchada  en la institución a través de las melodías de la canción.  
 
Fui observando a través de ésta y otras experiencias un cambio de posición de los pacientes y esto me lleva a pensar en un corrimiento de lugar en donde en general el geronte es ubicado: lugar de la organicidad y objetivación. Como dice Iacub, Jaskilevich, Kabanchik y Matusevich en Demencias. Una mirada psicoanalítica: “… este modo de sujeto que la patología introduce, queda desatendido en su particularidad, confiándolo en geriátricos donde usualmente se le confieren prácticas inusuales en otros grupos sociales,….”. La patología produce una emergencia de subjetividad distinta previo al deterioro (contención mecánica, alimentación en la boca, pedir que se sienten para su seguridad, etc.). Más adelante dicen, “consideramos que hay una singularidad en el sujeto demenciado, advertida ya desde la psiquiatría, que se mantiene siempre, y es en esta vía donde nuestra tarea de narcización deberá comenzar en uno por uno, rescatando una ética de lo particular”.

Se trata entonces de la  ética de lo particular que  nos lleva al principio de identidad en donde este “soy yo” marca una distinción entre  yo  y los otros. A lo largo del proceso de acompañamiento este “yo soy” se reafirma nuevamente en esa transmisión. “Así, el acompañamiento aparece vinculado justamente a que algo del sujeto empiece a emerger, a que algo de las condiciones necesarias, lógicamente previas, para la construcción de un dispositivo terapéutico……pueda efectivizarse”.  Estela no es una anciana más sino quién porta un nombre, apellido y una historia de vida pasada, presente y a futuro. Esta paciente comenzó a principio de año con el acompañamiento. En otra oportunidad se le propuso y se negó. Esta vez al comienzo no fue un sí rotundo. Fue, eso acordamos, un probar, probar que se transformó en “nos vamos a seguir viendo después?”. Se pensó en ella para el acompañamiento debido a las dificultades para aceptar vivir en la institución. Expresa no sentirse bien en ésta, hay una actitud de queja permanente. Siempre piensa que en algún momento va a volver a su casa, situación que desde lo real es muy difícil que así sea, ante limitaciones dadas por su salud. Hay una negación de las mismas y un componente depresivo. Dadas las características el acompañamiento se realizó dos veces a la semana. Estela comienza a recibir con mucho agrado la visita de su acompañante y hoy expresa un agradecimiento por ello. Debido a su artrosis, parkinson y estado depresivo, la paciente había dejado de caminar. Durante el acompañamiento sus deseos de volver a caminar aparecen con insistencia, expresa que no le gusta depender de nadie para hacer las cosas. Ella quiere un andador, su andador, aclara, refiriéndose a no usar el de otros compañeros. Consideramos importante la obtención del mismo que aparece como un pedido pleno de sentido. Ella quiere allí reencontrarse con lo propio, mi andador implica la posibilidad de apropiación, podemos pensar apropiarse de su propio andar. Sobre este aspecto giró parte del acompañamiento. Se obtuvo el andador, estimulándola en su práctica y en el poder lograr cierta independencia y bienestar. Seguramente Estela se siga quejando y sintiéndose insatisfecha con algunas cosas que desea, quién no lo está. Pero recobró el contacto con un deseo, el de volver a andar, con limitaciones, con apoyo, pero en contacto con su deseo y su posibilidad de tramitación. 

El anciano encuentra en el acompañante un importante receptor e interlocutor, tejiéndose allí una nueva trama resultante de sus dichos y de la reorganización que éstos cobran para que nuevos sentidos en el aquí y ahora encuentren un lugar y accionar. Se construye allí un lazo por-venir dado por la singularidad de la situación y la práctica en juego. Se genera así un espacio para su decir rescatando esas palabras para su transformación en algo enriquecedor y productivo para ellos. Una viñeta: Enrique es impulsivo y ansioso, con dificultad  entre otras cosas para controlar su dinero. El desea disponerlo, de esta manera sentirá que es suyo y que no se lo priva del mismo. Se fue así elaborando una estrategia basada en la sistematización del dinero. El acompañante y paciente acordaron que reciba por semana cierto importe anotando en qué lo gastaba. Con dificultad y ayuda del acompañante terapéutico registra sus gastos y comienza a darse cuenta en qué. En una oportunidad me dijo: “agradezco al  juez  por este dinero pero no me alcanza”. Enrique se siente privado de su libertad al estar en la institución. Ahora hay algo de lo que no es privado, el poder hacer uso de su dinero poniendo en actos su propia impronta.  

Nuestra tarea como terapeutas nos plantea todo el tiempo repensar nuestras prácticas. La inclusión de los pasantes en acompañamiento terapéutico generó en el ámbito institucional y en lo personal un enriquecimiento. Mi lugar de tutora no sólo  consiste en evaluar qué pacientes para el acompañamiento, en brindar al acompañante información acerca del mismo y ser de nexo entre ambos. Es a su vez, el de poder rescatar y reintroducir en la institución esa voz silenciada. Es poder intervenir allí, a partir de la información que el  acompañante introduce y en articulación con él, para que esa otra voz no se diluya entre tantos otros que allí conviven. Es el reestablecer una voz que la institución no toma en cuenta. Pensar en recursos, herramientas, y posibilidades de tramitación para que esa voz encuentre un eco, nos reubica y me reubica en esta importante premisa: “la ética de lo singular”, escucha que nunca debemos perder cuando trabajamos en estas instituciones.   

Bibliografía:

– J. Fariña, C. Gutiérrez, “La encrucijada de la filiación”. Grupo Editorial Lumen,  
2000.
– R. Iacub “Erótica y Vejez. Perspectiva de Occidente”.  Editorial Paidós, 2006
– R. Iacub, J. Jaskilevich, A. Kabanchik, D. Matusevich, “Demencias. Una Mirada psicoanalítica”.
–  G. Macotinsky “Movimiento psíquico y vejez. Perspectivas psicoanalíticas”.
– Compiladores varios, “Eficacia clínica del Acompañamiento Terapéutico”. Editorial Polemos, 2002.
– L. Salvarezza, “Psicogeriatría: teoría y  clínica”. 2ª Edición. Editorial  Paidós, 2002.
– L. Salvarezza, “La Vejez: una mirada gerontológica actual”. Editorial Paidós,  l998.
– Diccionario Enciclopédico Océano Uno Color. Océano Grupo Editorial, 1995.
 

Septiembre de 2006