El Acompañamiento Terapéutico en el enfermo terminal oncológico

Autor: Rubén Rodríguez.

E mail: aata82@hotmail.com

ASPECTOS GENERALES DEL CANCER

Desde el origen de las primeras descripciones de esta enfermedad, que provienen de los inicios de la medicina, se interpretó el cáncer como algo que se adhiere, que secciona, que mutila, que destruye. De entrada nos enfrentamos con un problema cultural muy importante. El problema lo plantean el paciente y sus familiares.

El ejemplo dado a continuación sirve para explicar la situación: un paciente que presenta una coartación de aorta con una incipiente insuficiencia cardiaca, sigue siendo admitido en su medio, sigue trabajando, la relación con su familia y sus amigos sigue siendo igual; ese paciente tiene un promedio de vida de 8 meses aproximadamente desde que comienza con los primeros síntomas de la insuficiencia cardiaca; e irremediablemente va a la muerte.
   
Si en el mismo momento un paciente con trastornos digestivos se le diagnóstica un cáncer de páncreas, inmediatamente es como si el mundo se le hubiera caído encima y su familia, todo su medio, comienza a mirarlo de una manera diferente, ya lo dan por muerto y èl se siente muerto. En sus fantasías empieza a elaborar que esta es una enfermedad que partiendo de un órgano enfermo, va a ir subiendo por todos lados y lo va a devorar internamente. Es como si el cuerpo se hubiera sublevado, ha dejado de tener el control  normal de ese organismo para vivir sano.
   
La paradoja está en que este paciente también tiene un promedio de 8 meses de vida, pero hay una carga emocional tan grande, que en su medio laboral, en su familia, en su círculo de amigos, etc. se cambian un montón de actitudes con respecto a ese paciente. Esto es común y lamentable porque ambas enfermedades son mortales, las dos tienen el mismo pronóstico, las mismas expectativas de vida, pero a uno se lo está “velando”, mientras que al otro se lo ve como un enfermo.

EL SISTEMA INMUNOLÓGICO Y LA PSIQUIS
En una reunión con un grupo de oncólogos del Hospital, donde se estudiaban los casos y sus pronósticos, el Jefe del Equipo de Cuidados Paliativos que yo integraba, nos dice: “Aquí somos 8 personas, 6 de nosotros tenemos células cancerosas en el cuerpo”, ¿Què hace que algunos hagan un cáncer y otros no?, el Sistema Inmunológico que lucha para que eso no suceda.

Muchas veces escuchamos que alguien desarrolló un cáncer después de una depresión, un gran disgusto, o algo que alteró su vida para mal. Esto que con rigor científico parecía descabellado, hoy ya no lo es tanto. Por què? Porque en esas circunstancias el Sistema Inmunológico decae, y las defensas que luchaban contra esas células cancerosas, que siempre estuvieron, pierden la batalla. Esto nos demuestra claramente la integralidad del ser humano como un ser Bio Psico Social, y la importancia de tratarlo como tal
VISIÓN INTEGRAL BIO PSICO SOCIAL
Este término podría utilizarse para describir las estrategias de cuidados de una manera total para el paciente y sus necesidades, no sòlo en el aspecto médico o físico, sino en el psicológico y espiritual.

Esta acción requiere de la participación familiar, de amigos, compañeros de tareas, etc. Son ellos quienes conjuntamente con grupos especializados en esta patología, podrán mejorar la calidad de vida del paciente.
   
LOS CUIDADOS PALIATIVOS
Esta enfermedad, el cáncer, como tantas otras, suele tener una etapa terminal, esa etapa, de acuerdo a cánones internacionales, comienza cuando el paciente tiene por delante solo 6 meses de vida.
   
Esta etapa da comienzo a un ciclo en donde, profesionales, cuidadores, familiares y el propio paciente, entran en crisis. En los últimos años, esta etapa, la terminal de un paciente, es objeto de estudio por todos los estamentos involucrados.

LOS PROFESIONALES, EL CÁNCER Y LA MUERTE
“Ni como hombre, ni como médico podrá acostumbrarse a ver morir a sus semejantes”
                        A. Camus
“La muerte es un personaje incómodo al que se desea olvidar, incluso en el hospital. El deseo de olvidar puede tener más éxito para quién no trabaja junto al enfermo, en continuo contacto con la muerte y con su miedo. En cambio, quien trabaja en el hospital se siente en esa situación profundamente conflictiva. Como miembro de la sociedad está de acuerdo y participa en el rechazo de la muerte, en su marginación de la conciencia; en cambio, como agente sanitario esa sociedad le encarga que luche contra la muerte, tiene plena responsabilidad sobre ella.
Los numerosos silencios y la parálisis relacional, es decir, el bloqueo de las comunicaciones que se instaura en torno del paciente destinado a morir, son sustituidos a veces por el “activismo” de tipo técnico, cuya evidente finalidad es “salvar” al enfermo, pero cuya motivación más profunda suele ser el apaciguamiento de la ansiedad, el malestar, el sentimiento de impotencia y de culpa de quien asiste al enfermo. Se trata de mecanismos de defensa de negación del personal sanitario que no está preparado para aceptar la “pérdida”, es decir la derrota de quien màs o menos conscientemente se considera a sì mismo y es considerado por el enfermo y por sus familiares como un “Sanador omnipotente”. 

                                                                                       Dr.  Marcos Sancho

MI  EXPERIENCIA COMO  ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO 
Desde hace unos años estoy dedicado al estudio y práctica de los Cuidados Paliativos en pacientes terminales.
    
Esta inquietud nació cuando comencé como acompañante voluntario de pacientes oncológicos en un hospital de la zona norte. La tarea que al poco tiempo se me asignó fue la de dar contención a los nuevos pacientes, a los que se les daba la noticia de que tenían un cáncer, y que enfrentarlo sería la ardua lucha que tenían por delante.
   
Esta tarea estaba basada en hacerle comprender al paciente (entre otras cosas) la diferencia que significaba el cáncer hace unos años y el cáncer hoy.
   
Luego de esta primera etapa, el paciente se integraba a un grupo que se reunía semanalmente en donde contaba sus experiencias y su lucha por vivir. Algunos pacientes tenían en este lugar de encuentro, al que asistían, algunos por años, como el espacio para expresar sus miedos y  sus angustias. Al cabo de un tiempo observé la falta de algunos pacientes que eran habituales integrantes de esas reuniones. Cuando pregunté por ellos, me informaron que estaban graves, muriendo en sus casas. Pensé que ese era el momento en el que el paciente estaba más necesitado de contención  y solicité a las autoridades del hospital, permiso para asistirlos en su domicilio. Ese permiso fue denegado por cuestiones estrictamente legales que no permiten las visitas domiciliarias a personal de los hospitales, salvo el servicio de guardia.
   
Me encontré con que ese hueco, ese espacio entre el cuidador y el paciente, no estaba contemplado y a mi entender era el momento mas indicado para estar a su lado.
   
La contención hospitalaria tiene múltiples facetas, desde los médicos, las enfermeras, los distintos voluntariados, las visitas de carácter religioso, etc., hacen que el paciente se sienta cuidado, protegido. Pero llega un momento, cuando lo declaran “paciente terminal”, en el que le dan el alta para que muera en su casa y toda esa contención previa, ya no existe más, está el solo con la muerte que se avecina.
        
Comencé a analizar el tema, y traje bibliografía de EEUU, Inglaterra, España y Francia, que hablaba sobre el tema. Estos países están a la vanguardia de lo que hoy se llama Cuidados Paliativos.
   
Esta idea de tratar al paciente terminal oncológico como un ser Bio Psico Social, nace de la mano de la Dra. Cicely Sanders en Inglaterra. Esta mujer por circunstancias fortuitas tuvo que cuidar a un paciente terminal, su impotencia por creer que nada podía hacer por este paciente, la lleva a preguntarle –Que puedo hacer por tì? Y el paciente le responde – Dame lo que está en tu corazón.  Mrs. Sanders, eso hizo y cuando fallece su paciente, abre el primer Hospice de Europa. Hospice es un lugar donde van a morir los terminales indigentes o carentes de familia y en donde no sòlo se trata el sufrimiento físico, sino el psicológico y espiritual.  Mrs. Sanders falleció hace 2 años y esto nos habla de lo reciente de la creación de este movimiento.  
 
Este movimiento, crece en el ámbito de la medicina y sus auxiliares, y los Cuidados Paliativos y el buen morir se empezó a estudiar en todo el mundo.
   
En la Argentina, entre los miles de hospitales que existen, sòlo algunos cuentan con equipos de Cuidados Paliativos, y sòlo hace unos pocos años que el tema se estudia en la carrera de Medicina. Solamente 2 Hospices existen en la Argentina, uno en zona norte del Gran Bs.As. y otro en Córdoba. Todavía no existe legislación que reconozca a estas instituciones como tales, y aún se las considera geriátricos.
   
Para la mayoría de los hospitales, todavía, la preocupación casi única es el dolor físico, y de esto se ocupan los anestesiólogos aplicando la llamada “Medicina del Dolor”.
   
Pero hay otros dolores, para los cuales el cuidador debe estar preparado a mitigar. La Dra. Cicely Sanders definió a los Cuidados Paliativos como “Todo lo que queda por hacer cuando se cree que ya no hay nada por hacer” y algo por tener como objetivo es que el paciente pueda decir:
Perdón, Te perdono, Te quiero y Adiós.

Después de mi primera experiencia hospitalaria, hice varios cursos sobre el tema y presenté un proyecto a otro hospital de la zona, el cual fue aceptado y allí comencé a acompañar pacientes terminales en sus domicilios. Fue una experiencia sumamente enriquecedora.
         
Todavía recuerdo mi primer paciente:

CLAUDIA  N.
Claudia tiene 40 años, es casada y tiene 3 hijos. El diagnóstico es: Cáncer de mama con metástasis ósea y pulmonar.

Mi experiencia con Claudia fue por demás conmovedora, su imagen  y sus palabras me acompañaron por largo tiempo.

Vivía en un barrio humilde, en donde la madre de Roberto, su esposo, les otorgó un espacio para que tanto Roberto como su  hermano construyeran sus casas.

Cuando llegué, me encontré a Claudia acostada en el living, apenas franqueada la puerta de calle. Estaba rodeada de casi 10 personas, luego supe que eran vecinos que la acompañaban junto a su familia.

Me quedé a solas con ella, le tomé la mano mientras escuchaba su ruego de no ser internada. La tranquilicé al respecto, explicándole que estaba allí para acompañarla  porqué el HSI no quería abandonarla a su suerte y no para ordenar su internación.

Charlamos sobre su estado, abarcando casi toda la sintomatología posible, utilicé para ello las planillas ESAS (Provienen de USA) que evalúan con números la intensidad de cada síntoma.

Luego de esto, pedí una entrevista a solas con Roberto, su esposo, nos fuimos a una cocina aledaña. Roberto es locuaz, inteligente, con una gran comprensión de la situación. Le pregunté por cada uno de sus hijos y me dio una pormenorizada descripción de la situación de cada uno ante la enfermedad de su madre. La más renuente a aceptar la realidad era Valeria, la mayor de 16 años, pero en una charla, a corazón abierto con su padre, entendió que su madre estaba sufriendo mucho y que su muerte era el fin de un suplicio.

Roberto, en su charla conmigo, se quebró varias veces, siempre hablando de su amor por esa mujer que se estaba yendo.
– Rubén, me dijo, tengo 45 años y juro que hace un año que no tengo sexo. No le quiero ser infiel, cuando juré serle fiel en la salud como en la enfermedad no lo hice en vano y mi amor y respeto por ella van a durar hasta que la muerte nos separe.

Me pareció una tierna ofrenda de amor para con esa mujer.
El gran temor de Roberto era que los hijos la vieran morir. Se imaginaba una muerte con estertores, aparatosa, y no quería que sus hijos vieran eso. Por eso arregló con un médico amigo del H de B. su internación para el momento final, eso significaba para Claudia una muerte solitaria en la guardia de un hospital.  Poco me bastó para comprender que el temor a ver esa muerte, la muerte, era más de él, que de sus hijos.

Traté de hacerle comprender, como pude, que la muerte no siempre era como él se la imaginaba, quizás todo lo contrario y que la voluntad de Claudia era morir  en su casa rodeada por su familia. Creo que nos entendimos. Regresé con Claudia y  juntos pudimos ver que a pesar de su dolencia, había algo que podría aliviar sus males, y era la contención que la rodeaba, su familia, sus vecinos, y por que no, el equipo de CP, que allí estaba para tratar de que sus últimos días fuera en paz, sin dolor y con su familia.

Nos despedimos.

Falleció a los 2 días, gracias a Dios, en paz, en su casa y rodeada por los que quiso y la querían.

JORGE  M.
En una de las reuniones habituales del equipo de Cuidados Paliativos del Hospital, el Jefe de Oncología pregunta ¿Quién puede ir a ver a Jorge?, intentó suicidarse.

Jorge era un paciente con cáncer óseo, que ya traía previa a esta enfermedad, una diabetes que lo había llevado a la amputación de ambas piernas.
   
Vivía muy lejos, cosa que hizo que la respuesta en el grupo tardara en hacerse oír, yo pensé que no estaba preparado para un paciente terminal que además intentaba suicidarse, pero me ofrecí a realizar el acompañamiento.
   
Me encontré con èl a los pocos días, era un hombre de 54 años, estaba acostado en el living de su casa con la cama elevada y al lado de la ventana que daba a la calle. No entendía por qué esa cama, especie de tarima elevada, pero a los minutos entendí el por què, cada vecino que pasaba por la calle, lo saludaba con un “Chau gordo” y èl con la mano agradecía el saludo sabiendo quien era su interlocutor. Era una especie de líder barrial y a pesar de su estado desde su ventana seguía “controlando” su barrio y su gente.
   
En los primeros momentos de mi presentación su esposa nos acompañaba, luego no quedamos solos, comencé a interrogarlo con respecto a su sintomatología clínica  tomando nota de ella para informar al equipo de CP.
   
Pude presenciar en esa visita, como en otras, como se refería a su muerte como algo sin importancia, especialmente cuando su mujer estaba presente, “El líder barrial” no se entregaba, se seguía resistiendo a mostrar su miedo y su angustia por esa partida que se acercaba cada día.
   
Al poco tiempo supo que yo estaba para escucharlo y lo que sentía verdaderamente afloró. Tenía un gran dolor por la situación económica en que dejaba a su familia, al ser joven no podía dejarle una jubilación o pensión a su viuda y eso lo consternaba. Averigüé si habían comenzado un expediente por discapacidad, lo habían hecho pero no sabían en que estado se encontraba ese trámite. Hablé con las autoridades del ANSES y el PAMI, y el trámite apareció y siguió su curso normal. Esa noticia lo transformó, cada vez que llegaba una sonrisa me recibía y cuando me iba la pregunta era infaltable ¿Cuándo va a volver? El suicida ya no lo era, era un hombre que esperaba la muerte en paz y con la idea (Charlada) de que todo no terminaba allí.
   
Un día me dijo que quería agradecerme todo lo que yo hacía por el y que quería hacerme un regalo, yo le contesté que no podía aceptar ningún tipo de regalo, pero siguió insistiendo. –Quiero regalarle un kilo de asado para que cuando me vaya se acuerde de mí. Ese “tesoro” tan preciado por èl, fue uno de los premios  mas grandes en mi experiencia como AT.
   
A los pocos días murió, se fue sin angustias, y esa ventana que daba a la calle se llenó de vecinos del barrio para el último                                                                       
                                                                                “Chau Gordo”.
                                                          
ANTONIA G.
Conozco a Antonia en su casa, tiene un diagnóstico de cáncer de médula ósea. Hacía casi cuatro años que convivía con el cáncer y estaba en su etapa final. Era una persona muy culta, con un ambiente familiar contenedor.

Su hermana Brígida, es su bastón en estos últimos tiempos.

Cuando llegué me llevaron a su cuarto y luego de hacer la evaluación de síntomas, se quejaba de dolor, una hemiparésia  izquierda y una candidiasis que estaba evolucionando bien.

Luego comenzó un diálogo que nos acercó rápidamente. Me habló de su muerte, su deseo de no ser una carga para su familia y su esperanza de que el final llegue pronto. Demostró un amor entrañable por su sobrino menor y estaba dolida porque èste no demostraba su preocupación por su estado y se mostraba ausente. Es de hacer notar que este tipo de conducta suele ser habitual en algún miembro de la familia del enfermo, dentro del ambiente Psi oncológico este comportamiento se lo califica como “Claudicación”, el familiar no reconoce al enfermo como al ser que tanto quiso, a esa persona que yace en la cama con 50 kilos de peso, pálido, y agonizante no la reconoce como su ser querido, para el, ese ser murió hace rato y el que está en la cama es otro.

Luego de algunas visitas y al ver abundantes imágenes religiosas dentro de la habitación  le pregunté por su relación con Dios, su rostro y el de Brígida se iluminaron, tenían una profunda fe cristiana  pero  estaban algo resentidas con la Iglesia. Me contaron que trabajaron para la Parroquia durante 15 años en distintas áreas como Cáritas y otras, y que ahora la Iglesia no estaba con ellos en un momento tan trascendente como el que estaban viviendo.

Cuando volví a mi casa, hablé con el Obispado de San Isidro solicitando un Sacerdote para Antonia, me conectaron con el padre de la Parroquia de Villa Adelina y le conté sobre el caso, fue muy atento, comprendió y a la hora estaba visitando a Antonia. La familia me agradeció mucho esa pequeña movilización que sin duda hizo mucho bien a Antonia y a toda la familia, era el reencuentro con la iglesia que tanto habían deseado. 
En días posteriores tuve una charla con el sobrino mayor y me comentó de la decisión de internarla para que los mayores de su casa no vieran la muerte de Antonia ya que temía que su madre, Brígida, no lo soportara.

Se intentó internarla en el HSI, y no fue aceptada, su jurisdicción era la del H B, y allí fue. Se la mantuvo en la guardia, y el lugar no era lo que esperaba la familia.

Como suele ser común en estos casos, la familia presentó un gran remordimiento luego de su fallecimiento por una internación que no debió ser.

Pero el hecho ya estaba consumado, en realidad Antonia debería haber muerto en su casa rodeada de su familia y no fue así. Luego de unos días traté de alivianar el sentimiento de culpa que Brígida, su hermana, mostraba. 

Antes de morir Antonia recibió la Santa Misa de parte de dos sacerdotes diocesanos  y en su sepelio otros dos la acompañaron.
   
Lo que tanto había esperado de su Iglesia se dio por fin.   

CARLOS M.
Conocí a Carlos M. en la  habitación 312 del HSI, tenía un diagnóstico de cáncer de próstata con metástasis en columna.

Se quejaba constantemente de su dolor en la espalda. Se le aconsejó un corsé para aliviarlo y luego de algunos trámites se le consiguió.

Tenía pendiente una resonancia, sobre la cual estaba muy esperanzado pensando que el resultado de la misma sería que el pinzamiento de algún nervio era lo que le provocaba ese dolor casi insoportable.

Charlando con él me contó, entre otras cosas, de su vena artística y su profunda fe religiosa que volcaba en los Testigos de Jehová.

– Sin eso no estaría vivo, me dijo.

Me ofrecí para acercarles un pastor, pero èste se encontraba enfermo y su traslado era imposible.

A los pocos días de conocernos, le dieron el alta.

En la reunión del equipo de CP me indicaron visitarlo en su casa, y así lo hice.

Vivía en un barrio detrás de la Estación San Isidro, en una linda casa, casi extraña para ese barrio.

Cuando entré, Carlos estaba en una cama  acondicionada en el amplio living de la casa. Yo había llamado previamente, y me esperaba.

Tomé nota de su estado anímico, físico y espiritual, mientras charlábamos. La esposa tenía en claro cual era la situación de su marido.
Comenzamos a hablar de su pasión por el canto, y me mostró su guitarra, casualmente el Luthier que la hizo, es mi amigo y yo tengo una guitarra igual.

Me hizo escuchar un compact donde èl canta. Carlos es un artista, con un registro de tenor envidiable. Me tocó un poco la guitarra, haciendo un esfuerzo por complacerme, yo a mi vez canté para el.

Se lo ve mejor y sin dolor, en esos días le habían hecho rayos, y parece que los mismos le calmaron el fuerte dolor de la columna. Se quejaba de un herpes del cual tomé nota para consultar con los médicos del equipo. Estaba en una etapa de tranquilidad.

Un sábado por la noche me llama la esposa diciéndome que sangraba por la boca luego de un ataque de tos. La metástasis había llegado al pulmón. Llamé a la Guardia del HSI y  lo internaron.

Carlos fallece en el HSI el domingo 13 a las 8 hs., no se esperaba un desenlace tan prematuro, pero así fue, a los pocos días la viuda se acerca al hospital para regalarme un casete de Carlos cantando, ese fue su deseo.

Recuerdo que una de las canciones que me hizo escuchar decía:

«Cuando muera quisiera ser árbol,  para ser guitarra y que un amigo me pueda pulsar».

Porqué no? Quizás Carlos vuelva en guitarra y algún amigo cantará con el.

EL AT EN EL DOMICILIO
Es importante para el AT saber que está entrando en una casa donde habita una familia y que èl en cierta forma interviene, se entromete en la intimidad familiar.
    
Su presencia debe ser moderadora, no refutar opiniones frontalmente, puede que en la familia haya distintas posturas sobre la enfermedad y el enfermo, nuestra labor es crear un clima de confianza, respetando las relaciones familiares, siendo un elemento de moderación dentro de la tensión que puede generarse dentro del grupo familiar. 

Algunos comportamientos que se deben evitar son los siguientes:
El AT no debe tratar de sustituir a los médicos o a los psicólogos coordinadores dando opiniones que pueden confundir al paciente y a la familia.

No entrar en contacto con el paciente con actitudes y semblantes compasivos, hablar en tono corriente, no hablar en tonos muy bajos, no estamos velando al paciente, lo estamos acompañando.

El AT deberá evitar hablar de sus problemas personales, se debe abordar al paciente con la idea de escucharlo, no de que nos escuche.

Movernos en la habitación con movimientos moderados, no hacer ostentación de nuestra buena salud o de nuestro estado atlético, no debemos utilizar al paciente para sentirnos sanos.

No generar una charla teniendo como tema la enfermedad del paciente, este hablará de ella cuando pueda o lo crea conveniente.

No apoyar los codos en la cama, menos sentarnos en ella, es su territorio, el único que tiene, no hay que invadirlo.

No hablarle al paciente de parado, sentémonos a su lado.

Quitarse el abrigo, si lo tienen, y no dejarlo arriba de la cama, con esto demostramos que no estamos apurados por irnos, y que tenemos tiempo para escucharlo.
   
El enfermo terminal varía en su estado, día a día, debemos respetar esos cambios, no sòlo de su estado físico sino de su conducta.

CONCLUSIÓN
El Cáncer, no es una enfermedad más, a pesar de lo que se conoce de la misma, sigue siendo una patología que moviliza y conmueve al que la sufre y a los que lo rodean, la degradación del cuerpo y el reconocimiento de la finitud del otro y la propia, es algo difícil de aceptar.
   
Esto hace al paciente con Cáncer, un paciente distinto, pero que requiere, quizás más que otros, de nuestra atención, considerándolo en su integridad, como un ser Bio Psico Social.
  
El Acompañamiento Terapéutico, en este tipo de pacientes adquiere características particulares, no se trata del paciente psiquiátrico clásico, sino de un paciente que pasa en su etapa terminal por distintos estadios, primero el enojo, con èl, con los demás, con Dios, etc., luego pasa a una etapa depresiva para en el final llegar a la aceptación, en la mayoría de los casos.
   
En todas estas etapas el AT tiene una función importante. Escuchar al paciente, no guiar la conversación, tener un buen genograma, hablar con la familia, son algunas de las tareas, que hacen que el acompañamiento, guiado por los psicólogos del equipo de Cuidados Paliativos, tenga éxito.   

Estas palabras son las que guiaron a la creadora del movimiento de Cuidados Paliativos y las que debieran  signar la labor de todo Acompañante Terapéutico en este tipo de pacientes:
“Tu nos importas por ser tú, importas hasta el último momento de tu vida.
Y haremos todo lo que esté a nuestro alcance no sòlo para que mueras en paz, sino para que vivas lo más plenamente posible hasta el momento en que mueras”

                                          Cicely Sanders
                                                                                                                                              Mayo de 2009.
                                                                                      
Texto presentado el 9 de junio de 2009 en el marco del ciclo de Ateneos Clínicos dentro At Lazos.
                                                                             
BIBLIOGRAFÍA:
-“Medicina Paliativa” Ediciones ARAN, Dr. Marcos Sancho, Director del Hospital el Sabinal, Gran Canaria, Pte. De la Sociedad Española de Cuidado Paliativos
-“Psico oncología Diferentes miradas” Ediciones Lugar, Lic. Maria C. Figini, Lic.Laura Aresca
-Material de Cursos realizados: Fundación Palium, Hospital  Udaondo, Dr. Gustavo de Simona, Hospital Central de San Isidro año 2004, Unidad de Oncología, Ateneos ínter hospitalarios, Instituto de Oncología Ángel Roffo año 2004, Asociación Argentina de Cuidados Paliativos, Prof. Jorge Eisenchlas, Dr.Carlos Hernández Morán, Jefe de Servicio de oncología del Hospital Ramos Mejia, Psicólogo Miguel Hermosilla.