Quehacer del acompañante terapéutico con sus diferencias

Autora:  Rosa Graciela D’Alessio

Este trabajo fue presentado en la jornada de Acompañamiento Terapéutico  «Acerca de la práctica» organizada por At Lazos y realizada en la Universidad J. F. Kennedy en abril de 2003.

Me convocan a trabajar con una paciente de 24 años, que ha tomado pastillas en  un intento de suicidio. Tiene una hija de 2 años, a la cual tiene miedo de fallarle.

Algunas impresiones de los dos encuentros con Nati:
El sábado, se adelantó una hora mi acompañamiento a pedido de Nati, porque se quedaba sola con su hija Paula, y esto la angustiaba mucho. Me recibe como quien recibe a una amiga, me muestra la casa, nos sentamos y a su pregunta de cómo era esto del acompañamiento, le contesto que varía según la problemática de cada paciente, que la idea en general es poder acompañar a una persona que está atravesando algún conflicto, poder hacer más soportable lo que molesta y acompañar desde un lugar diferente al de su analista o al de una amiga. A lo cual contesta que esto de acompañar es todo un tema porque uno a veces puede estar acompañado y sentirse solo. No espera ninguna respuesta, se levanta y se va.

Está muy cansada, con mucho sueño,  le propongo que se acueste,  que yo me hago cargo de la nena, lo cual acepta inmediatamente. Jugamos hasta que se levantó Nati, dio muchas vueltas sin hacer nada en particular. Más tarde llamó a una pizzería para encargar comida.

Mis primeras impresiones sobre la paciente y su hija fue que tenían una muy buena relación un poco sobreactuado de parte de Nati, pero en general se las ve bien juntas disfrutando de las cosas que hacían como, jugar, cantar o cuando la lleva a dormir. Le puede poner límites.

Cuando llama el padre de Nati, habla de montones de cosas, hasta que menciona a modo de chiste las  pastillas que tomó, continúan las risas, le cuenta que estaba su  A.T. “… pobre Rosa tanto estudiar para terminar como Baby Syster de Paula”

Así comenzó a nombrar este lugar de su A.T.: alguien que le cuida la hija.
El domingo siguieron las vueltas de Nati para organizar su salida y preparar a Paula para el encuentro con el padre.
Mi acompañamiento terminó una hora más tarde, por estas vueltas. Consulté con su analista, porque no creía buena idea dejarla a la hora establecida, pero sola.

Martes: se me indica que pase a buscar a la paciente por la Institución donde se atiende con su analista, y que luego debía acompañarla a una primera entrevista con un psiquiatra derivado por esta  Institución, quien le daría  la orden de internación indicada por teléfono por él.

Primer encuentro con Nati, dirigiéndose a su analista  “No me banco más a mis viejos, me los quiero sacar de encima”
Vamos al consultorio del psiquiatra con los padres. Sale de la entrevista maravillada, porque él le había hablado de los neurotransmisores, algo que ella había estudiado en una materia de la carrera de Musicoterapia. Los padres también están conformes con la consulta. Todos lamentan no haber consultado antes con él. Empiezan las primeras manifestaciones en contra de la instituciòn.
Salimos de su consultorio con la indicación de internar a la paciente en el Hospital Moyano.

Nati  manifiesta tener mucha hambre, los padres también, deciden ir a comer a un restaurante. Durante la comida se habló de lo maravilloso que es el psiquiatra, de las diferencias con los psicólogos, me preguntan si yo creo en estas cosas, (esperaban que le dijera que no?)  Contesto que son estudios diferentes, que muchas veces son complementarios, pero que en otros casos, un neurólogo, nada puede hacer en un tratamiento analítico. Y que en todo caso, yo con lo que estaba “convencida” era que somos personas formadas en un medio social, con lo cual nuestra conducta es adquirida y no innata, que  si tomamos dos personas, con los mismos problemas neurológicos, la conducta seguramente va a ser distinta.

Esta palabra “convencida” fue recibida por Nati con una sonrisa, ¿de aprobación?  No sé, pero algo cambió después de esta intervención. Los padres comenzaron a consultarme más en que podía hacer o no Nati  antes de internarse.

Después, todo el tiempo transcurrió entre chistes, los tres riéndose exageradamente de todo.  Me quedo pensando ¿de qué se ríen, o qué tratan de mostrar?  ¿Qué les esta pasando frente a la Internación de Nati?

Por momentos tengo la impresión de que todo es una gran actuación, mostrándose como una familia progre, que se relacionan entre ellos desde la cultura, por lo tanto los sentimientos son todos intelectualizados.  Hablan de “los locos Adams”, se ríen de los personajes. Me acordé  del estribillo de la canción, “Si somos una familia muy normal”

Vamos a la casa a preparar el bolso de Nati para su internación, comenzaron sus vueltas. Las discusiones por cosas triviales con la madre. Esto fue permanente. Discuten y se explican cada cosa que se dicen, justifican sus decires, se preocupan porque la otra no interprete mal lo que dice… y así infinitamente.

Moyano: Durante el viaje continuó todo más o menos igual, risas, chistes, explicación de cada cosa que se dice. 
Doblamos en la calle correcta, el único problema (la gran falta) es que la A.T. no sabía dónde estaba la puerta.
En este punto vale la pena detenerse a reflexionar si es función del A.T. encontrar una salida allí donde la indicación de quien dirige el tratamiento es internar y no en cualquier sitio sino en el «Moyano»

Pedí la orden de internación, que hasta ese momento la tenía el papá. 
Cuando una médica de guardia nos informa que sólo se internan personas con orden judicial, salieron los padres a protestar contra la Institución, Nati dice que no se apuren que quizás había algún error. Voy sola hasta el Office, me presento como la A.T. de la paciente. Les cuento nuevamente cuales son los motivos de la internación, es así que llaman a la médica de guardia, la que minutos después viene junto a 4 pasantes. ¿Acaso se tratará de jugar al pase y no vuelva con esta paciente que aprovecha la ocasión para desplegar su histeria del modo más florido que puede?

Al consultorio pasamos todos, cuando comienza las primeras preguntas de la psiquiatra, Nati se fastidia un poco por tener que volver a repetir cosas que en ese día ya había contado. Les pide a los padres que se retiren, que esperen afuera, me pide que me quede.

Comienza a ejercitar su seducción, que en pocos minutos mostraba sus efectos, estábamos todas ahí deslumbradas por su relato.
Bipolar, así se presenta Nati. Ella lleva un diagnóstico que hasta ahora no le habían dado, lo único que la autorizaba a ponerse ese diagnóstico era el cuatrimestre cursado en la materia de neuro, en la carrera de Musicoterapia. Aparece la duda  “… quizás yo creo esto porque como todo estudiante se termina identificando con lo que estudia…”

“…yo sé que soy brillante, no lo digo por mandarme la parte, es porque me lo dicen todos”
Cuenta como fue que tomo pastillas: “quería  hacer algo elocuente, porque como yo estoy siempre bien, no me creen cuando digo que estoy mal, no me quería matar…”

Cuenta como estuvo ese último domingo después que la acompañé. Dice que fue lindo el viaje, se sentía plena, eufórica. Mientras esperaba a su pareja, se quedó un rato en el parque jugando con un perro. Fueron a almorzar, todo era espléndido, hasta que fumaron marihuana. El lunes a la mañana cuando se despiertan él se pone a trabajar, ella se siente sola,  se puso mal,  se asomó al balcón y pensó en tirase, le dio miedo…

¿Se podría pensar que cuando no brilla, no deslumbra, no atrapa con su seducción, deviene el vacío, la falta insoportable que la invita a pasar al acto?
En esta entrevista deslumbra, tanto la psiquiatra, las pasantes y yo estábamos atrapadas por los relatos de la paciente, que dura casi dos horas.

Eramos tantos en esta entrevista de admisión, parecía un Ateneo, que tenía a Nati dirigiendo el informe.
Dice: “…Yo sé que soy brillante, pero no me puedo concentrar…  desde chica tenía estos cambios de humor, a veces estaba bien, contenta y otras veces no podía hacer nada” La psiquiatra le pregunta si alguna vez había tenido un golpe, dice que no, después se acuerda que a los siete años, estaba en un juego de la plaza y se cae golpeándose la cabeza contra los barrotes.

Siguen las preguntas,  contesta que no tiene alucinaciones, que dos veces sintió voces, pero que venían de su cabeza, una vez escuchó su nombre, y otra vez que le pedían por favor. Veía cosas que pasaba por su costado, al prestar atención no había nada.
Menciona su apetito descontrolado, mucho sueño.
Al finalizar esta serie de preguntas, la médica psiquiatra dice que no la va internar por dos motivos, uno porque no tiene cama, y otro, el más importante es que cree que no es necesario, ya que su diagnóstico es una distimia epiléptica, que sugiere una internación domiciliaria por un par de días, hasta que la medicación haga su efecto y cesaran los síntomas que tiene y además en este caso se cuenta con recursos familiares para sostener una internación domiciliaria.

Nati se niega a aceptar esta nueva indicación, porque en la Institución le habían dicho que tenía que internarse, el Dr. había indicado lo mismo y por sobre todo, temía que hubiera engañado a todos con su relato, que llevaba a pensar que esta bien y no necesita internación.

Se le informa esto a los padres, los cuales se enojan mucho por las desprolijidades de la Institución y no entienden como se daban dos indicaciones tan contrapuestas. Intervine para decir que yo no escuchaba dos intervenciones contrapuestas, que la orden de internación que extendió el Dr.  es porque consideraba que no había mejores recursos, ya que un acompañamiento las 24hs era muy costoso.

La Dra. pregunta cómo se podría implementar la internación domiciliaria, si existía la posibilidad de un A.T., contestan que las 24hs no, se les pregunta si ellos podrían hacerse cargo, vacilan, el padre contesta que no, porque trabaja, la madre dice que sí, pero por unos días. (No recuerdo en que momento dice: yo tengo mi vida, tengo cosas que hacer)

Cuándo la madre se entera del diagnóstico ¿presuntivo? se acuerda que cuando se separó, viajó con las dos hijas a la playa, Nati tenía 3 años, tuvo convulsiones, estuvo medicada por un par de días, nunca más hubo otro episodio. Le pregunté si le había realizado estudios posteriores, me contesta que no, porque con esa medicación se le había pasado, y nunca más volvió a tener síntoma alguno. Pienso en lo llamativo de este episodio.

Comenzaron los llamados al Dr. porque no estábamos en condiciones de  tomar ninguna decisión hasta no hablar con él. No lo encontramos. Llamo a la analista de Nati, y le comento cuales eran las indicaciones actuales, que yo compartía esta nueva indicación, y que no me parecía que era opuesta a la dada por el Dr.
Resolvimos que yo me quedara ahí, hasta hablar con él.

Para esto el padre estaba de lo más enojado por que el psiquiatra no llamaba. Me invitó a retirarme, que ya no era necesaria mi presencia, contesté que no lo iba hacer hasta que me lo indicara la analista de Nati que está a cargo del tratamiento.

No estaba dispuesta a irme, hasta tanto no estuviera claro las indicaciones a seguir. Mi rol en ese momento era complicado, tenía que sostener una indicación de internación con la cual no estaba de acuerdo, para peor el padre, se mostraba todo el tiempo molesto por mi presencia, la cual era sostenida por Nati y la psiquiatra del hospital, que nos tenía alojados en su consultorio.

Esta médica también apuntaba a señalar la necesidad de estar alerta ante la posibilidad de un nuevo intento de pasar al acto, que el lugar que se eligiera debía ser seguro, tomar recaudos para no correr riesgos innecesarios, cortar la correa de las persianas si las había en el domicilio, etc.  

El padre se comunica nuevamente con el coordinador de  la Institución, se sigue mostrando molesto, hace referencia a mi presencia, dice  “… Rosa es como un taxímetro, que tiene el reloj encendido”

Llamó el Dr., habló con la médica de guardia y después conmigo, estuvo de acuerdo con las nuevas indicaciones, que él en la entrevista de la tarde no había encontrado síntomas que lo llevaran a pensar en una epilepsia. Se resolvió que los padres sostuvieran los primeros días de internación domiciliaria, que Nati tomara la medicación, se hiciera los estudios.

Salimos todos, el padre tenía la intención de dejarme en el hospital, le pedí que me acerque hasta mi casa ya que era cerca de medianoche, y mi casa les quedaba de paso.

Me quedo pensando ¿por qué Nati insistió tanto en quedar internada? ¿La tranquilizaba acaso? ¿Era una puesta en escena más, o era tal vez su forma de mostrar a los demás que realmente estaba mal? ¿Era la indicación de la terapeuta? ¿Era la indicación del psiquiatra, a quien tanta autoridad le había otorgado, o acaso lo había indicado la Institución, en relación a la cual se jugaba inicialmente la transferencia, lo que le otorgaba un peso singular para la paciente?

Vale aclarar que Nati se pone muy contenta cuando le dan el diagnóstico, y esto me lleva a pensar que una de las cosas que más me llamaron la atención en el poco tiempo que la acompañé, es  que no soportaba la duda, la falta, necesita certezas, no soporta pensarse como mala madre, o que tengas fallas, este modo obsesivo de relacionarse con la madre,  explicarse todo, controlar todo.

Los padres también buscaban un diagnóstico, el cual no encontraron en la Institución ni en la palabra de sus representantes, cosa que los enojaba mucho. Además que cuando la paciente toma las pastillas le avisan primero a su pareja y después a ellos  -vale la pena aclarar que es precisamente su pareja quien la recomienda a esta Institución-

Para finalizar me pregunto, teniendo en cuenta que era éste un tratamiento que sólo tiene tres meses de iniciado, una sóla entrevista con el psiquiatra y dos encuentros con la acompañante, ¿cuál era la orientación, cuál la estrategia que regía este tratamiento? A mi criterio, lo que mayor peso tenía, por momentos, era la incertidumbre frente a los pasos a seguir, teniendo en cuenta las características impulsivas y actuadoras de la paciente. La decisión de internar fue, tal vez (en un intento de proteger a este sujeto de sí mismo) apresurada.

En realidad, creo que esa es la pregunta con que me gustaría terminar este trabajo: “¿Fue apresurada o no la decisión de internar? ¿Para qué se le indicó el acompañamiento terapéutico? ¿Qué relación habrá habido entre la indicación de internar y ese plus de goce que detecté en la paciente ante esa posibilidad?